De dioses a duendes: Especial Navideño
Sobre el origen pagano de la Navidad y algunas recomendaciones fílmicas para pasar una Noche Buena no tan buena
Otro espacio liminal
“La vida es teatro de la guerra entre el principio del bien y el principio del mal.”
- Zoroastro
Tal vez en nuestro país se perciba como en ningún otro rincón de este bendito mundo, pero no es casual que diciembre se sienta como una zona de frontera; como un espacio liminal. Parafraseando cierta carta, diciembre es el mes donde mueren todas las teorías; donde sentimos que de un momento a otro todo puede cambiar y donde tanto las causalidades como las casualidades resultan tan arbitrarias como erráticas.
Como si faltara algo, a esta inestabilidad palpable que representa nuestro fin de año se le suman las fiestas: jornadas enteras en las que se invierte el orden social establecido y el principio del placer pasa a regir sobre el principio del deber. Durante unos pocos días ya no se nos mide o valora por nuestro desempeño en el ámbito laboral o social, sino que lo que se espera de nosotros es más bien todo lo contrario; un deber ser de espíritu festivo.
Esto va a sonar raro, pero para empezar a entender cómo es que llegamos a que nuestro mundo occidental globalizado esté condenado a vivir el mes de diciembre de una forma tan intensa tenemos que irnos a las tierras donde hoy se encuentra Irán, alrededor del S. II antes de Cristo. Por aquellas épocas la región estaba dominada política y culturalmente por el Imperio Persa, dentro del cuál apareció uno de los profetas más influyentes de la historia de la humanidad toda. Se llamaba Zoroastro, aunque algunos lo conocen como Zaratustra.
Y acá hay que hacer una breve disquisición: el Zaratustra (1883) de Nietzsche, aunque inspirado en la figura histórica, no guarda ninguna relación biográfica con el profeta persa, sino que fue elegido como modelo arquetípico sobre el cuál construir una alegoría religiosa y filosófica que versa alrededor del rol institucional de la Iglesia y de los modelos socráticos y pre-socráticos de pensamiento, etc.
Dicho esto, el Zoroastro histórico es reconocido por haber sido el refundador de la gran religión del mundo persa (en tiempos pre-islámicos, claro está) al haber reformulado las bases del mazdeísmo, culto a la divinidad conocida como Ahura Mazda, que pasó a ser la entidad suprema del zoroastrismo. Según el propio Zoroastro, este dios era el único “creador no creado” de todo el panteón; la única deidad que realmente emanó desde la nada hacia el mundo fenomenológico.
Ahora bien, dentro del zoroastrismo, como dentro de toda religión, eventualmente empezó a surgir una corriente esotérica que era vista por los ortodoxos como —en términos católicos— una herejía. En este caso, en la vanguardia mística se encontraban los magos —sí, de acá viene la palabra—, quienes se dedicaron a hibridar las enseñanzas de zoroastro con conceptos de la magia caldea y la alquimia. También parece que estos buenos muchachos decidieron correr el foco y, en lugar de Ahura Mazda, su figura central de adoración pasó a ser Ahriman, literalmente el “jefe de todo mal” y deidad conocida por ser quien “ha introducido la limitación, la mancha, la enfermedad en la esplendorosa creación de Ahura Mazda”.
Esta fuerte vocación sincrética llevó a los magos a incorporar otros elementos a su versión del zoroastrismo. Por un lado, —a ver si les suena— tomaron el símbolo babilónico de la trinidad, que podía leerse como Padre, Madre y descendencia divina en términos religiosos o como Sol, Luna y Venus en términos astronómicos o astrológicos, que medio que por ese entonces eran la misma cosa. Por el otro, decidieron reivindicar el legado de un antiguo dios solar indoiranio cuya influencia pronto se vería impactada en el devenir de la cultura occidental; un dios de nombre Mitra, cuyo primer registro escrito data del año 1400 a.C.
La cosa es que parece que cuando el Imperio Romano invadió Palestina se topó inesperadamente con doctrinas místicas judías, construidas en parte sobre la influencia esotérica del zoroastrismo disidente, que hicieron mella fuerte en los recién llegados soldados romanos. Y así fue como para el Siglo I d. C. el mitraísmo se había transformado en una religión mistérica ampliamente difundida a lo largo y ancho del Imperio. Por religión mistérica entiéndase esos credos o cultos que requieren de un rito iniciático para acceder a sus saberes, una escala de rangos ascendente y toda esa bola; un poco como la cienciología pero sin los aliens ni la estafa, creemos creer.
Y ustedes podrán decirme con razón, ¿qué carajo tiene que ver esto con la Navidad y el caos de fin de año? Bueno, llegado el mes de diciembre en el Imperio Romano se celebraban las Saturnalias, largas jornadas de jolgorio popular en homenaje a Saturno, dios de la agricultura y la cosecha, que coincidían a conciencia con la llegada del solsticio de invierno. Como debía ser, esta festividad consistía en sacrificios en el Templo de Saturno (según se dice por ahí y como narra su mito fundacional, parece que el sacrificio favorito de este dios era los niños), seguidos de —a ver si les suena— grandes banquetes comunales, intercambios de regalos y un clima festivo generalizado donde los roles y las funciones sociales entraban en un estadío de suspensión.
Y acá les traigo una teoría astronómica tan delirante como poco científicamente probable, pero bastante interesante y sobre todo divertida: hay quienes sostienen que en la antigüedad Saturno (el planeta, no el dios) habría tenido un período de hegemonía por sobre nuestro Sol; que Saturno era el Sol antes del Sol, pero que emanaba una luz negruzca donde nunca era de noche ni de día; una penumbra permanente que habría aquejado a la Tierra durante cientos de años. Según esta teoría, por uno de esos periplos astronómicos Saturno habría terminado por alejarse de nuestro planeta luego de una colisión cósmica, momento desde el cual el Sol habría pasado a ocupar el lugar donde se encuentra hoy en día.
Como ejemplo paradigmático alineado a esta narrativa, hay que decir que uno de los símbolos esotéricos que se utilizaba para representar a Saturno era el Sol Negro. De hecho, en el afán de recuperar a este dios maldito y originario, al dios antes del dios, fue que el nazismo se apropió del Sol Negro como insignia —sí, ese mismo que el infame Sabag Montiel tiene tatuado en uno de sus brazos— a tal punto que el logo de las SS no es otra cosa que dos de los rayos de este sol dispuestos en paralelo.
Todo esto para decir lo siguiente: durante las Saturnalias tenía lugar una festividad de 7 días —número no casual, ya que refería las 7 instancias de la escalera al cielo del mitraísmo y a los 7 rangos de ascenso mistérico dentro del culto— donde, siguiendo esta narrativa, se representaba alegóricamente el desplazamiento de Saturno y la llegada de Mitra como nuevo sol. Esta semana arrancaba el día 19 de diciembre y culminaba —a ver si les suena— el día 25 para celebrar el nacimiento de Mitra. También hay que decirlo, en Alejandría existió una festividad paralela donde el mismo día se celebraba el nacimiento de Aion, equivalente egipcio del dios griego Dionisio.
Hay quienes dicen que, de haberse dado otras variables históricas, hoy en día el mundo occidental globalizado sería mitraico y no cristiano. Otros dicen que la relación entre el mitraísmo y el cristianismo está un poco forzada por ciertos historiadores. Como siempre, yo tiendo a creer que la verdad, si es que existe, está más o menos en el medio y que lo que pasó acá no fue otra cosa que un acto sincrético para asimilar cualquier culto a un dios solar pagano (sea Saturno, Mitra, Helios, Febo o quien fuere) a la flamante religión cristiana.
Fue recién a partir del S. IV d. C., mientras Roma se convertía al cristianismo y durante el papado de Julio I, que finalmente la Iglesia Católica se apropió de la fecha como el nacimiento de su máximo profeta y años más tarde, en el S. VI, el emperador Justiniano decretó al 25 de diciembre como día festivo en el calendario, y el resto es Historia.
Bienvenidx al último mangueo del año. Gracias por haber sido parte de este viaje y por tus aportes que permiten que Mate 2023 sea una realidad. Tranqui, no te voy a molestar demasiado, sólo decirte que si te sobra algún morlaco a nosotres también nos vendría bien algún que otro aguinaldo (es acá: somosmate.ar) y que si disfrutás de nuestros contenidos te invitamos a que nos sigas acompañando el año que viene, que ya promete. Por esto y por todo, como siempre, gracias absolutas 🪐
Maldito Papa Noel
No, acá no vamos a profundizar en el devenir de la figura de San Nicolás, ni en sus raíces históricas, ni en el mito de Coca-Cola y ni la mar en coche. Eso lo hicimos ayer en Mate Live un poco, ponele, así que acá nos vamos a limitar a repasar un listado de películas para invitarlos a pasar una no tan santa Navidad.
Para este recorrido, vamos a tomar como figura central a Papa Noel, en muchos de los casos más precisamente a esa figura arquetípica que es el Papa Noel de shopping, pero antes me parece oportuno arrancar esta enumeración por donde se debe: el origen del slasher (?).
Black Christmas (1974) de Bob Clark es considerada por muchos, en una interminable discusión, como el primer slasher; una película seminal de donde Carpenter tomó varios elementos para terminar de canonizar este subgénero con su Halloween (1978). Más allá del hecho de explotar una festividad masiva como marco para una película de terror —gran acierto, por cierto—, en Black Christmas ya se prefiguraban algunas de las reglas básicas del subgénero, como un argumento que transcurre en una unidad limitada de tiempo —léase una noche—, el grupo en peligro, la sucesión de muertes, la carga moral asociada a esas muertes, la final girl virginal como personaje redentor, etc.
El punto es que Black Christmas es una maravilla absoluta que a casi 50 años de su estreno sigue funcionando tan bien como siempre. El argumento es el siguiente: dentro de una de esas casas de sororidad universitaria bien yanqui andan preparando los festejos de Navidad y todo es alegría hasta que empiezan a llegar unos llamados escalofriantes por teléfono, donde una voz aterradora amenaza de muerte a las habitantes de la casa. La construcción del suspenso es absoluta porque desde el comienzo el espectador sabe (o sospecha) algo que los personajes no: las llamadas vienen desde dentro de la casa. Sí, es una delicia absoluta esta película. Y sí, también vuelve sobre el recurso de la subjetiva misteriosa del asesino, algo que ya estaba en la Dr. Jekyll & Mr. Hyde de 1941 pero que Halloween volvió a poner de moda.
Por las dudas, antes de seguir voy a decir esto: sí, si hablamos de los orígenes del slasher o de proto-slashers también habría que mencionar Bahía de sangre (1971) del icónico Mario Bava —que se parece más a Martes 13 que a Halloween— o esa maravilla perversa que es Peeping Tom (1960) de Michael Powell —“el cine es ver a la muerte trabajando” de Jean Cocteau en una acepción bastante más literal—. Sí, del mismo año también es Psicosis de Hitchcock y algunos la meten en la misma bolsa, pero ahí sí creo que estamos hablando de otra cosa ya que se aleja bastante, sobre todo en cuanto a estructura narrativa.
¿En qué estaba? Ah, sí, eso: la figura arquetípica del Papa Noel de shopping. Siguiendo la misma línea, hay que decir que el devenir cada vez más delirante y tirado de los pelos del slasher como subgénero nos regaló una divertidísima película que ya desde el título lo dice todo. Se llama Silent Night, Deadly Night (1984) y sigue las desventuras de Billy Chapman, un muchacho que en su niñez sufrió un gran trauma durante la Navidad cuando un tipo disfrazado de Papa Noel asesinó a sus padres frente a él. Ya crecido, y laburando en una juguetería enorme, su jefe lo obliga a disfrazarse de Papa Noel para la Noche Buena. Al encarnar a su más temible pesadilla, Billy pasa a sentirse poseído por el traje que viste y decide “salir a castigar a los que se portaron mal” con el filo de su hacha. Desperdicio no hay, por lo menos en la primera entrega; hubo como 4 secuelas y una remake, si se mandan por ahí allá ustedes.
Un par de años más tarde aparecería otro delirio magnánimo del terror navideño, también influenciado por el devenir del slasher pero incorporando a un monstruo mítico como el asesino. Estoy hablando de Elves (1989), que acá más que Elfos debería llamarse Duendes —al remitir a la figura de esos trabajadores precarizados del Polo Norte—, que sigue a un grupo de chicas que para joder se mandan a hacer un ritual anti-navideño pagano donde terminan por invocar a un duende maldito que resulta ser la figura de culto de un grupo neo-nazi que aparentemente busca dar a luz al superhombre a través de un híbrido entre humano y duende (!!!). Sí, literal este es el argumento y el héroe de turno es un ex-detective devenido Papa Noel de shopping, que debe ponerse al frente de la lucha contra monstruos y nazis incestuosos para salvar el día. Sí, es difícil de encontrar pero en YouTube se puede ver en una calidad bastante digna.
Para los que no se quieran ir tan lejos en el tiempo y estén en busca de algo más contemporáneo tenemos a la recientemente estrenada Christmas Bloody Christmas (2022) de Joe Begos, una película que retoma la estructura clásica del slasher bajo los parámetros estéticos que este director ya consolidó con el puñado de películas que tiene bajo el brazo, o sea, una iluminación LED colorida y anti-naturalista, sintes carpenterianos a fondo y un espíritu muy punk rock. Acá el Papa Noel de shopping pasó a ser un robot militar reprogramado que, como no podía ser de otra manera, entra en cortocircuito y sale a reventar con su hacha todo lo que se cruza en su camino. Sí, es particularmente gracioso ver cómo esa convención del slasher de que “al asesino nunca hay que darlo por muerto porque siempre vuelve” es llevada al extremo ya que en este caso se trata de un robot. Si estabas buscando una película sobre un Papa Noel robot asesino sin muchas pretensiones, esta te va a dejar bien.
(Ah, también me enteré que en estos días se estrenó Violent Night (2022) sobre otro Papa Noel asesino pero en plan héroe de acción o algo así, pero no llegué a ir a verla al cine, admito, y ya estoy viejo para fumarme una versión filmada en la sala, cuando salga el WebRip les cuento).
Para ir cerrando, vamos con una película nacional que está lejos del universo del terror pero que explora a fondo y de forma un tanto más sociológica el arquetipo que estamos abordando. Claro que estoy hablando de Todo el año es Navidad (2018) de Néstor Frenkel, documental que narra las vidas de aquellos hombres que cada diciembre se transforman en Papa Noel durante unas semanas y responde algo que todos nos hemos preguntado: ¿en qué andan el resto del año? Acá van a descubrir a algunos de los personajes más entrañables jamás filmados, siempre contenidos por el lente curioso de Frenkel que vuelve a cada uno de estos seres aún más queribles. La encuentran pa’ ver GRATIS en cine.ar.
Ah, tampoco está de más decir que este documental toma su nombre (y un poco su concepto) de Todo el año es Navidad (1960) de Román Viñoly Barreto, película episódica donde Raúl Rossi encarna a un Papa Noel que, fuera de la época navideña, es enviado a la Tierra por San Miguel Arcángel para ayudar a la gente a resolver sus problemas más mundanos, por lo que aparece por ahí encarnando a obreros, empleados y hasta a un barman con el fin de cumplir su noble objetivo. También está en YouTube y en una muy digna calidad para tratarse de cine argentino (cuasi) clásico, por si alguien tiene ganas de aventurarse en esta curiosidad.
¡Y esto fue todo, gente bella!
Espero hayan disfrutado del impredecible devenir de este newsletter tanto como yo.
Gracias siempre por leer. Pronto nos reencontraremos, nomás.
Que descansen, y sobre todo, feliz espacio liminal 🎄
Hasta el año que viene ✨
¡Eso es todo, amigxs!
Gracias por compartir este viaje por el cosmos de nuestra cultura.
Por las dudas, vamos con un poco de data que nunca está de más aclarar:
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Santiago 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó eventos culturales y programó y presentó ciclos de cine. Supo tocar la batería y componer junto a las bandas Efecto Amalia y Gente conversando. Actualmente forma parte de la banda de Ire Paz. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro.
Muy bueno el newsletter!! Alguna recomendación de donde leer sobre las religiones pre-cristianismo o más específicamente sobre Zoroastrismo ? Gracias y feliz año!! Saludos desde Alemania