La emoción es total porque tengo el placer de anunciarles que hay fecha de presentación confirmada para la presentación de Picnic sideral: Las fuerzas del cielo. Tendrá lugar el domingo 27/10 en La Paz Arriba a las 19hs, donde nos encontraremos para charlar sobre las derivas místicas de La Libertad Avanza junto a un panel compuesto por Emilio Laszlo, Carlos Maslatón y, por supuesto, la querida Ivana Szerman.
A través de este solemne acto, quedan oficialmente invitados. El libro todavía se puede conseguir en preventa (con alto descuento) en criollaeditorial.com. Quienes lo compren en preventa van a poder retirarlo en la presentación o recibirlo/retirarlo luego de la misma, según corresponda. La entrada es GRATUITA, por supuesto.
Allí les esperamos 🛐
Sin más, os dejo con la historia del día de hoy:
Corre el mes de mayo de 1969. En Punta de Vacas, un remoto paraje de Los Andes cerca de la frontera entre Argentina y Chile, está por tener lugar un hecho histórico al que no muchos están prestando la suficiente atención. Unas doscientas personas se amontonan de cara a la montaña y murmuran por lo bajo. Están esperando escuchar palabras justas que los acerquen a la iluminación, o por lo menos a una forma más humana de vivir. “Se dice que reencarnará Cristo en Mario Luis Rodríguez Cobos”, narra la prensa desde el lugar de los hechos, en una avanzada sensacionalista que busca desacreditar al líder antes de que pueda emitir palabra.
De un momento a otro los murmullos callan en seco. Una figura alta y desgarbada, a quien sus seguidores llaman Silo, se adelanta y se queda parada frente al micrófono. Son tiempos agitados en el mundo y él lo sabe; desde la Revolución Cubana hasta los recientes levantamientos estudiantiles, latinoamérica es un hervidero de pasiones, represiones y anhelos de refundación política. Frente a este panorama, él tiene una respuesta, o cree tenerla: la revolución va a ser humana y espiritual, a través de la paz y el amor. Con mirada certera y semblante decidido, Silo comienza a exponer su propia doctrina.
“Si has venido a escuchar a un hombre de quien se supone se transmite la sabiduría, has equivocado el camino porque la real sabiduría no se transmite por medio de libros ni de arengas; la real sabiduría está en el fondo de tu conciencia como el amor verdadero está en el fondo de tu corazón”, son las primeras palabras que salen de su boca. Una profunda declaración de principios que evidencia sus influencias y su enfoque particular: el camino a la verdad sólo puede transitarse dentro de uno mismo.
Silo asegura que la violencia en el ser humano es directamente proporcional a sus deseos y que esta es la raíz del sufrimiento. Por ende, el desapego de los deseos es el único mecanismo para dejar de sufrir, aunque también implique renunciar a ciertos placeres. Lo curioso es que a esta prédica orientalista de la pasividad, el “mesías de Los Andes", como titularon los medios, le agrega una carga política: para Silo, la violencia no es sólo física, sino también económica, religiosa y racial. ¿Cuál es la clave para superar todas estas violencias? El amor y la fe propiciados por la introspección y la meditación, por supuesto.
Al parecer esto de dar grandes sermones frente a un atento público era algo que se le daba desde su juventud. Nacido en Mendoza a fines de la década del ‘30, Mario Luis Rodríguez Cobos transitó las enseñanzas primaria y secundaria en la Congregación de los Hermanos Maristas. En la adolescencia formó parte de Acción Católica, lo que lo llevó a predicar el Evangelio en los rincones más carenciados de su provincia. Además de ser reconocido como campeón escolar en múltiples disciplinas deportivas, por esos años ya se la pasaba escribiendo largos textos donde le daba forma a su propia doctrina filosófica. Su formación universitaria fue breve pero intensa. Se dice que incluso sus profesores estaban fascinados con el ímpetu de este muchacho, que daba grandes ponencias en el aula magna para disertar sobre las problemáticas existenciales y sociales del ser humano. Al sentir que la Academia no saciaba ni iba a saciar sus ansias, decidió buscar respuestas en otras latitudes.
Así fue como, a sus 24 años, Mario Luis Rodríguez Cobos se dispuso a recorrer Europa, abierto a incorporar nuevas influencias y perspectivas. El destino quiso que, al sur de Italia, el muchacho diera con una escuela mística de nombre Tathāgata, término honorífico utilizado para referirse a Buddha. Allí pasó diez días, durante los cuáles tuvo lugar su iniciación en filosofía y espiritualidad oriental, enriquecida por un constante intercambio con individuos que compartían su misma preocupación: la cuestión del desarrollo personal como clave de la evolución humana.
Según algún que otro rumor, también fue allí que adoptó el nombre de Silo en honor a un pasaje del versículo 49 del Génesis: “No será quitado el cetro de Judá, y el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y a él se congregarán los pueblos”. A pesar de que más tarde quisiera despegarse de esta versión ante los embates de la prensa que buscaban tildarlo de mesiánico y de asegurar que le decían así por parecerse a “un silo cerealero, alargado y desgarbado”, esta figura aglutinante descrita en el Antiguo Testamento le calzó como anillo al dedo.
Luego de este particular periplo, Silo regresó a Mendoza en 1962 con una clara misión en mente: esparcir la palabra de la contemplación interior como forma de alcanzar la paz. Formó grupo de estudio cuyo número de miembros creció día a día, lo que lo llevó a fundar una agrupación de nombre Kronos. El objetivo de su prédica no era otro que “la explicación de las posibilidades del despertar”, para eventualmente llegar a la pacificación, siempre a través de medios no-violentos. A contrapelo del “hombre nuevo” cubano, Silo estaba convencido de que la transformación individual era el medio para la transformación social y no a la inversa. “No hay maestro salvo uno mismo para uno mismo”, era el mantra a repetir.
A partir de su regreso y a raíz del crecimiento de Kronos, Silo comenzó a organizar retiros espirituales de forma frecuente y cada vez más extensos. En 1966, tras un retiro de nueve meses en Jujuy, tuvo lugar uno de los primeros actos persecutorios contra sus seguidores: el exterior del predio donde se encontraban fue ametrallado sin previo aviso. Los perpetradores del atentado permanecieron anónimos y las sospechas fueron en todas direcciones. “Para los de la izquierda éramos agentes de la CIA, para los de la derecha, imaginate”, decían los siloístas. Mientras tanto, la Policía Bonaerense los tenía tan en la mira que fueron el foco de una investigación que se extendió durante más de ocho años.
Al estallar las grandes revueltas estudiantiles y obreras del año ‘68, Silo rebosó de esperanza por un instante. Creyó ver cómo ese germen rebelde de la juventud, que hasta el momento sólo había visto parcialmente, se manifestaba con suma vehemencia y se contagiaba alrededor del mundo. Tal vez el tan ansiado Despertar no estaba tan lejos como pensaba en el horizonte común de la humanidad.
Frente al doble estímulo de la efervescencia revolucionaria que emanaba desde distintos rincones del planeta y del peligro que corrían sus seguidores ante una persecución multifocal, Silo decidió hacer lo que todo gurú orientalista haría: abandonar el ojo de la tormenta para realizar un enigmático retiro en la montaña. Sin dudarlo, se internó solo en la cordillera mendocina y construyó con sus propias manos una ermita de piedra de 3x3 en la ladera de una vertiente. Allí se internó durante meses, reflexionando, contemplando y escribiendo. Como resultado obtuvo La mirada interna, un manifiesto que con el tiempo se transformó en el texto fundamental del siloismo.
Durante su retiro, Silo también tuvo otra revelación: la necesidad de presentarse en público para amplificar el alcance de su mensaje; de trabajar de un modo vistoso para llamar la atención. Primero intentó organizar un acto en la ciudad, pero se lo prohibieron, por lo que resolvió dar su gran discurso en la montaña, en las laderas de Los Andes. “Nos dijeron: si quieren hablar ahí, hablenle a las piedras. Y les hablamos nomás”, declaró años después.
Como campaña de marketing de guerrilla, el gurú puso a los suyos a trabajar en difusión y comunicación. En ciudades de todo el país comenzaron a aparecer pintadas que decían “Lea a Silo” o “Siga a Silo”; en contra de su propia prédica pública, incluso llegaron a verse algunas que decían “Silo es el mesías” o “Silo es Cristo”. Y así llegamos al acto del 4 de mayo de 1969 en Punta de Vacas, donde el gurú andino le habló a los suyos y realizó una emotiva arenga que pasó a ser conocida como “La curación del sufrimiento”. Este acontecimiento terminó de sentar las bases de su doctrina: un abanico de soluciones inspiradas en la filosofía oriental adaptadas al sentir latinoamericano, con un enfoque político que ponía en palabras las tensiones que pocos meses más tarde estallaron durante el Cordobazo.
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Ante la repercusión mediática y social del acto, sus siguientes apariciones públicas fueron reprimidas sistemáticamente, desde Jujuy hasta Buenos Aires. Los seguidores de Silo no lograban encontrar apoyo en ninguna ideología ni credo. La derecha militar gobernante los veía como hippies, “los hippies nunca nos entendieron” dijo Silo por su parte, la izquierda marxista los veía como infiltrados del imperialismo y para la Iglesia Católica eran una secta esotérica, cuando no satánica.
Fue en los albores de los años ‘70 que el siloismo, influenciado por un clima de época donde la militancia política se respiraba en cada esquina, fundó dos grandes agrupaciones: el Movimiento de Liberación Interior, la rama social, y Poder Joven, la rama política. De hecho, la agrupación llegó a presentarse frente a la justicia electoral bajo el nombre de Kronos, pero su candidatura fue rechazada.
A partir de ese entonces y durante algunos años, el devenir del siloismo se tornó inevitablemente trágico. Los seguidores del movimiento entraron en las listas negras del lopezreguismo y fueron perseguidos y detenidos. Algunos miembros incluso terminaron en centros de detención y tortura en el norte de Chile. El propio Silo, según dijo, fue detenido 17 veces por desorden público. Tuvieron lugar grandes redadas a la salida de actos siloistas en Córdoba y en Mar del Plata, pero la gota que rebalsó el vaso fue en la Casa Suiza de Buenos Aires, donde fueron detenidas 400 personas.
Como respuesta lógica y de acuerdo con su perspectiva internacionalista, el grueso de los militantes se exilió en Europa, más precisamente en Corfú, a orillas del mar Jónico. En estas tierras instalaron un nuevo centro de trabajo que fue sede del primer gran encuentro internacional del siloismo. Para esta altura ya había tenido lugar una potente expansión territorial basada en la diseminación de militantes en distintas latitudes, quienes se encargaron de formar sus propios centros y agrupaciones siloistas, desde España, Francia e Inglaterra hasta México, Venezuela y Perú; un factor clave para la reubicación de militantes que huían de las dictaduras de Argentina y Chile.
Como todo tiene que ver con todo, esta etapa europea incluyó una profundización en los intereses y preocupaciones del gurú que llevó a realizar una serie de “investigaciones del fenómeno paranormal”. Por medio de maquinaria científica y aparatos desarrollados para la ocasión, se exploraron fenómenos no convencionales relacionados con la conciencia lúcida y experiencias trascendentales con el objetivo de ampliar los límites de la percepción humana. En una línea similar, Silo desarrolló su propio enfoque psicológico: la teoría de la imagen.
“El hombre está dormido porque sus ensueños le van cubriendo la realidad. El siloismo descubre esos ensueños para descubrir de qué forma impiden ver la realidad” decía el propio gurú evidenciando la influencia hinduista en su cosmovisión. En estas palabras puede leerse una reversión del concepto del “velo de Maya”, la noción de existe una ilusión que nos impide ver la verdadera naturaleza de las cosas, algo parecido a lo que suelen creer ciertas vanguardias iluminadas del ámbito político. Si a esto le sumamos el concepto budista de la superación del deseo y el sufrimiento, una pizca del wu-wei taoísta, unas notas de humanismo secular y un maridaje new age, obtenemos la ecléctica esencia del siloismo.
Tal vez este extraño mejunje haya sido condición de posibilidad para el gran alcance internacional que terminó logrando. Los años ‘80 llegaron acompañados de una gran misión: esparcir la palabra de Silo en cada rincón del mundo al que aún no había llegado; una gira internacional que abarcó Europa, Asia y Latinoamérica. El primer acto de este recorrido fue en el Pabellón de Deportes del Real Madrid, frente a una multitud colmada y enardecida, y con un Silo contenido, parado frente a una enigmática bandera que exhibía un triángulo dentro de un círculo: el símbolo de la Comunidad (para el Desarrollo Humano).
La gran consagración del movimiento tuvo lugar en un destino del cual emanaron muchas de sus ideas centrales: la India. El acto estaba programado en la ciudad de Bombay el mismo día que tuvo lugar un ciclón fuera de estación. Por la tarde, una vez que la tormenta menguó, un mar de gente fue acercándose poco a poco hasta colmar el predio costero donde tuvo lugar el acto. Aquel 1 de noviembre, más de diez mil personas escucharon las palabras de Silo, reconociendo en su figura a un guía y a un maestro que llegaba desde la otra punta del mundo pero que se hacía entender al pregonar sus propios arquetipos espirituales.
Otro gran hito fue la invitación oficial a ser parte de una ponencia en la Academia de Ciencias de Moscú, donde Silo recibió un doctorado honoris causa en sociología. El gurú estaba convencido de que su filosofía humanista había sido una influencia fundamental sobre Mijaíl Gorbachov a la hora de concebir la perestroika, ya que llevaba años intercambiando ideas con disidentes soviéticos. Incluso el propio Gorbachov reconoció y comparó las ideas de Silo con las suyas en su libro Humanismo y nuevo pensamiento (1997).
Volviendo a nuestras queridas tierras, el retorno de la democracia volvió a impulsar al siloismo a formar parte de la vida política nacional. En 1984 se fundó el Partido Humanista y nuevamente volvieron a recibir críticas desde ambos extremos del espectro: o era un partido armado por la CIA o era una máscara del comunismo. Lo cierto es que Silo veía en el FMI y en el imperialismo a sus principales enemigos, por lo que decía estar más cerca de la izquierda que otra cosa, y su partido había desarrollado una liturgia populista construida a imagen y semejanza, ya fuera adrede o casualmente, de la movilización popular peronista. Esta etapa también vino acompañada de denuncias de sectarismo por parte de ex-adeptos, que iban desde estafas y coacción hasta abuso sexual.
Ya en su período crepuscular, en el año 2004, Silo volvió a dar un discurso en la montaña. En Punta de Vacas, el lugar donde todo había comenzado, un gurú entrado en años se paró frente a sus seguidores y declaró sin que le temblara la voz: “Hemos fracasado, pero insistimos”. Silo explicó que su proyecto había fracasado y seguiría fracasando "una y mil veces", porque el objetivo del movimiento no era el éxito inmediato, sino el "intento" constante y el esfuerzo por mejorar la condición humana. Este acontecimiento fue parte de la primera celebración anual del Mensaje de Silo, una corriente espiritual fundada en base a la publicación del libro del mismo nombre.
Como parte palpable de su legado, en la década del 2000 el siloismo se dedicó a construir Parques de Estudio y Reflexión en distintas partes del mundo; espacios dedicados a la introspección, la meditación, y la búsqueda de la transformación personal y social. Cada parque incluye Salas del Mensaje (para realizar ceremonias), Salas de Meditación, áreas de estudio y grandes monumentos simbólicos. El primer parque se inauguró en 2005 en La Reja, Buenos Aires, y desde entonces se han expandido a varios países, incluidos Chile, España, Estados Unidos, Italia y la India. Como si faltara algo, a modo de unidades básicas espirituales, todavía uno puede encontrarse con centros del Mensaje de Silo al caminar por distintas ciudades del mundo.
El gurú pasó a mejor vida a sus 72 años, el 16 de septiembre del 2010, pero como él mismo diría: “Si todo termina con la muerte, no hay sentido en la vida”.
Si te interesó todo este asunto y tenés ganas de profundizar, recomiendo mucho el documental Silo (2015) de Leandro Bartoletti, cuyo argumento reconstruye el devenir completo del gurú aunque con un sesgo un tanto oficialista, digamos todo. También, si querés ir directamente a las fuentes, acá podés encontrar los textos seminales del siloismo y acá otras publicaciones del autor. Que lo disfrutes ✨
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Santi 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Edita libros y produce eventos como parte de Criolla Editorial. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó varietés culturales y programó y presentó ciclos de cine. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro de ficción. El año pasado publicó Picnic sideral: Algo en qué creer, una selección mejorada de los mejores newsletters del 2022, en una co-producción entre Mate y Criolla.
Venía todo bien hasta que pusiste que construyó una "marmita de piedra". Siendo que las marmitas son de metal, hizo una cacerola de piedra y se metió adentro? . O habrá construido un "ermita"