¿Ud., tiene un minuto para hablar sobre cyborgs?
Transhumanismo, body horror y otros significantes abiertos
El futuro ya llegó
En tiempos donde Elon Musk fantasea con meternos un chip en el cerebro para controlar nuestras emociones (valga la exageración) y las Big Tech sueñan con un mundo donde cada ser humano cuente con un implante corneal para navegar a través del metaverso sin pantalla alguna como intermediario, me parece un momento oportuno para hablar sobre transhumanismo.
A grandes rasgos, esta corriente cultural surgida de forma incipiente a principios del S. XX se caracteriza por tener como objetivo último la hibridación entre la biología humana y los avances tecnológicos para mejorar nuestras capacidades corporales y psíquicas, y así nuestra calidad de vida. Estas ideas, a lo largo de los años, fueron trabajadas en el imaginario de la ciencia ficción con tintes (la mayoría de las veces) apocalípticos o al menos pesadillescos.
Desde el oficial Alex Murphy en Robocop (1987) de Paul Verhoeven —maravillosa sátira sobre la violencia policial en Estados Unidos— hasta la reciente Upgrade (2018) de Leigh Whannell —donde la colocación de un implante tecnológico male sale— lo cyborg suele estar asociado a una experiencia aterradora, como si la transgresión de lo “esencialmente humano” conllevara un castigo del destino cual fábula moral clásica.
Es por esto que, en esta ocasión, me gustaría compartir una resignificación de ese imaginario: en su ensayo sociológico Manifiesto Cyborg (1983), Donna Haraway argumenta a favor de lo cyborg por ser “una ficción que abarca nuestra realidad social y corporal” y “un recurso imaginativo sugerente de futuros acoplamientos fructíferos”.
En esta línea, lo cyborg implica terminar de desdibujar los límites entre lo humano, lo tecnológico y lo animal; es un significante abierto, siempre permeable a incorporar nuevas formas y sentidos, que la autora aprovecha como analogía para criticar a las corrientes más conservadoras del feminismo y de los movimientos sociales progresistas de la época:
“Todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo; en pocas palabras, somos cyborgs. Es una imagen condensada de imaginación y realidad material; centros que, unidos, estructuran cualquier posibilidad de transformación histórica”.
Y es que, para Haraway, el paradigma de lo cyborg es una posibilidad histórica para integrar al imaginario colectivo a todas aquellas minorías y disidencias que la historiografía canónica siempre relegó, y demás está decir que esto es una exagerada sobresimplificación de los contenidos del ensayo y no puedo recomendar con suficiente énfasis que vayan a leerlo. Y bueno, como era de esperarse, esto también es una excusa para hablar sobre una película que justamente trabaja sobre esta concepción del término.
Mientras algunos medios cuentan con ejércitos de bots e inteligencias artificiales que les escriben notas y hasta van probando distintos títulos para ver cuál pega más, nosotrxs, por el momento, seguimos apostando por la mano de obra humana (o cyborg, si se quiere). Por eso, para poder seguir produciendo contenido alejado de los intereses corporativos de Skynet y sus secuaces dependemos de tus aportes. Si disfrutás de nuestro trabajo, podés girarnos unos morlacos en somosmate.ar y colaborar para que juntos sigamos reflexionando sobre lo que el futuro nos puede llegar a deparar 🪐
De la tecnofilia (literal) en el arte
Sí, claro que estoy hablando de Titane (2021) de Julia Ducournau que, al igual que el cyborg de Haraway, es en sí misma un significante abierto y expansivo; una película donde, para mi grata sorpresa, resulta imposible adivinar para dónde va a disparar el argumento ya que después de un par de giros narrativos absolutamente TODO parece ser posible. Y, ponele que rigor periodístico obliga (?), hay que decir que Titane obtuvo la Palma de Oro en Cannes el año pasado y así Ducournau se convirtió en la segunda mujer (en solitario) en obtener este galardón en toda la larga historia de este festival.
La cosa comienza con una niña que viaja en auto con su padre. No sabemos nada de ellos pero por el lenguaje corporal y las miradas de incomodidad que devienen en gritos y malestar se puede inferir una relación abusiva de larga data. Este conflicto intrafamiliar termina por provocar un choque que cambia la vida de la niña para siempre ya que, para salvarla, los médicos deben colocarle una placa de titanio (#titane) en la cabeza. Al salir del hospital, la niña ignora por completo a sus padres y abraza al auto dentro del cual sufrió el accidente. Ahora, su empatía yace con la máquina.
Corte al futuro: la niña ya es adulta. La vemos trabajar de bailarina en una exhibición de automóviles donde parte de su acto implica frotarse eróticamente contra los vehículos (a esto en guión se le dice foreshadowing, ya van a ver) y acto seguido la vemos cometer su primer asesinato de la película contra un fanático un tanto invasivo.
Si creen en los spoilers pueden parar de leer acá pero les juro que esto no son más que los primeros diez minutos: tras rechazar (y asesinar) a la primera persona que se le insinúa, la protagonista vuelve a casa tranquilamente para practicar una intensa sesión de… a ver… ¿cómo decirlo sutilmente? SEXO CON SU AUTO, que parece tener vida propia. Sí, esto ganó Cannes; qué bello momento para estar vivo.
A partir de ahí lo primero que uno piensa es que la película va a ir por el lado de Crash (1973), esa espectacularmente perturbadora novela de J. G. Ballard (adaptada al cine por Cronenberg) que aborda el fetiche sexual que pueden provocar los accidentes automovilísticos, o de Christine (1983) de John Carpenter, que es básicamente un terrorífico triángulo amoroso entre un joven, su novia y su auto: obras que de forma MUY literal tratan el enamoramiento del ser humano por la máquina y la técnica.
Rápidamente la película pega un nuevo volantazo abrupto, esta vez hacia el body horror: ese precioso subgénero del terror, zarpado en teoría psicoanalítica y manuales de medicina, donde los traumas se vuelven carne —y, en algunos casos, hasta escapan del cuerpo en forma de quiste reptante—, que el ya mencionado David Cronenberg ayudó a consolidar. En este caso, poco después del coito con su auto, la protagonista se da cuenta de que está embarazada cuando empieza a brotar aceite de motor de su cuerpo…
Sí, literalmente este es sólo el comienzo, porque a partir de acá la película sigue pegando vueltas y vueltas para pasar a ser un thriller de fuga, un ensayo existencial sobre la identidad, un delirio psicodélico queer, un sórdido drama familiar o todo eso junto. Por sobre todas las cosas, o por lo menos lo que me parece pertinente destacar, el argumento comienza a desenvolverse alrededor de la aceptación de lo indefinido e inesperado; de un nuevo tipo de humanidad donde las barreras entre persona y máquina están desdibujadas y esto no es necesariamente tomado como un hecho negativo, sino como una realidad de la que se desprenden múltiples posibilidades. El primer paso es aceptar lo que está ocurriendo para poder tener una injerencia efectiva sobre el futuro.
Desde una realidad donde la forma de nuestras manos inevitablemente terminará por adaptarse al contorno de nuestros teléfonos celulares y nuestra forma de pensar y de producir sentido está continuamente filtrada por los códigos de representación y algoritmos de las redes sociales, este largo preludio no es más que una invitación a considerar si acaso no seremos ya cyborgs, y así intentar dar cuenta del potencial de transformación que este significante implica. ¿Podremos lograr ese fino balance entre ser reaccionarios de la tecnología o ser de los que forman fila para que Elon les clave un chip en el bocho? El tiempo dirá, pero qué sé yo, hoy me levanté optimista. Mañana vemos.
Artista invitadx
IPJR es un dúo experimental conformado por Jus Recondo e Ire Paz, cuyas referencias oscilan entre la música contemporánea, el noise y lo ambiental. Su performance opera como significante abierto y pone en cuestión los límites de lo musical al integrar la sonoridad de elementos poco convencionales. Movimientos de un espejo (2022), su primer EP, remite a trabajos de bandas como los Reynols o al concepto de “escucha profunda” de la compositora Pauline Oliveros. A falta de mejores palabras para describir el proyecto, me valdré de las del propio dúo:
“Movimientos de un espejo es un trabajo de exploración textural sobre la identidad; es la reflexión final de dos artistas trans no binaries en su camino de autodescubrimiento.
Podemos ver su crecimiento a lo largo de los tres movimientos que dividen la obra: la dispersión de la identidad antigua, la disconformidad de la heteronorma y el abandono de un camino impuesto se ve presente en “Espejo roto: dispersión” donde lxs artistas se miran sin reflejarse, la mirada propia y ajena no son coincidentes; de allí, la ruptura traducida a sonidos inconexos, irreconciliables, donde lo que lucha por salir es lo propio, incongruente y desordenado.
Lentamente, vamos sintiendo pequeños fragmentos de material sonoro unificándose: se abre paso "Espejo líquido: movimiento". Dentro de la búsqueda, un encuentro que plantea una tercera dimensión a la escucha; en palabras de Pauline Oliveros: "¿Porqué los sonidos no pueden ser visibles? ¿No causaría la retroalimentación del oído al ojo una oscilación fatal?”. Les artistas juegan con la idea del agua en movimiento, la dimensión visual de una identidad inundada, donde los antes fragmentos pueden encontrar una unificación posible debajo de la ola, en la base movimiento, pero también en la oscuridad, en el silencio. El encuentro con pares, personas que también están luchando contra la norma y dónde sus identidades reflejan y alimentan la propia. La textura se vuelve densa y posiblemente infinita, la nueva identidad será lo que queramos ser.
Siempre y cuando esté oculta en una dimensión donde no existe el lenguaje.
En el momento en el que les artistas pueden nombrarse es que se vislumbra el último movimiento "Espejo sólido: los límites" es una guerra entre el exterior y el interior. La relación entre un mundo que les oculta, persigue, niega al cual se presentan con un arma tan volátil como el lenguaje. Éste toma la forma de organismo vivo dentro del cual pueden tener su condición de posibilidad: para estxs artistas, el lenguaje es la única forma de corroborar una imagen que refleje fielmente lo que ven. Empezar a nombrarse, a reconocerse, a encontrarse en otres es empezar a existir en un mundo donde la batalla no es individual, sino colectiva. El espejo solidifica su forma, que siempre permanecerá un poco móvil, donde siempre habrá espacio para el cambio: el final es abierto. La escucha propone acercarse a los propios monstruos de la identidad y desolidificar esos cimientos sobre los que creíamos que se basaban. Hay espacio para un mundo mejor, infinito, siempre y cuando nos animemos a mirarlo en el movimiento del espejo.”
El viaje es oscuro y estimulante. Allí nos vemos 🤖
Agenda
29/4 - 21hs: Edipo en Ezeiza de Pompeyo Audivert (Teatro)
@ Teatro Enkosala Gladys Ravalle (Almirante Brown 755, Godoy Cruz, Mendoza). Entrada: $900.29/4 - 19hs: Ficciones bonaerenses, con Hernán Casciari y Pedro Mairal.
@ Casa de la Provincia de Buenos Aires. (Callao 237, CABA). Entrada: Gratuita, hasta agotar capacidad.29/4 - 21hs: Zoe Gotusso en vivo (Música)
@ La Sala de las Artes (Suipacha Bis 98, Rosario, Santa Fe). Entrada: $2200.30/4 - 20.30hs: Armonía Opus Trío (Música)
@ Teatro de Camara de City Bell (Diagonal 4 Urquiza 347, City Bell, PBA). Entrada: $1200.30/4 - 21hs: Lap-so, lo híbrido, el documental de Fernando Zabala (Teatro)
@ Almazenna (9 de Julio 4331, Las Palmas, Córdoba). Entrada: $400.30/4 - 17hs: El clan Barker (1970) de Roger Corman (Cine)
@ Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, CABA). Entrada: Gratuita, con reserva previa.
¡Eso es todo, amigxs!
Gracias por compartir este viaje por el cosmos de nuestra cultura.
Por las dudas, vamos con un poco de data que nunca está de más aclarar:
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Santiago 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó eventos culturales y programó y presentó ciclos de cine. Supo tocar la batería y componer junto a las bandas Efecto Amalia y Gente conversando. Actualmente forma parte de la banda de Ire Paz. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro.