“Dick es posiblemente uno de los autores más plagiados del siglo XX.”
- Roberto Bolaño
El Imperio nunca cayó
Marzo de 1974. Philip Kindred Dick vive junto a su esposa Tessa y su pequeño hijo Christopher en un modesto chalet californiano. Acaba de llamar a la farmacia para pedir calmantes. Siente un profundo dolor producto de la reciente extracción de uno de sus dientes. Cuando abre la puerta para recibir el envío, un rayo de luz rosa lo deja ciego. Proviene del colgante que lleva colgado del cuello la empleada de la farmacia; es un ichthus, símbolo con forma de pez que era utilizado por los primeros cristianos como forma de identificarse en la clandestinidad.
A partir de este momento, Dick comienza a vislumbrar un mundo que subyace a nuestra realidad aparente. Dice que, por momentos, puede ver al Imperio Romano manifestarse sobre la California de los ‘70; deduce que el tiempo se detuvo en la antigüedad, que la modernidad es una ilusión y que la lucha del cristianismo primitivo contra los romanos continúa. “El Imperio nunca cayó”, repite como mantra.
A veces tiene raptos donde lo encuentran hablando en lengua koiné (o griego helenístico), dialecto que sus amigos académicos reconocen pero que él nunca aprendió. Y como si fuera poco, creer o reventar, de repente tiene una epifanía donde se da cuenta de que su hijo sufre de una hernia en la espalda que de no ser operada va a terminar con su vida. La sorpresa es total cuando, al llevarlo al hospital, el médico confirma palabra por palabra el diagnóstico de Philip, cuya revelación divina termina por salvarle la vida a su hijo.
Esta experiencia también resultó en un giro fundamental en su literatura y, en mi opinión (aunque no es popularmente compartida), propició la escritura de sus mejores libros. Y esto no es poco decir, ya que este señor publicó 44 novelas y más de 100 cuentos en sus cortos 53 años de vida, lista que incluye obras maestras absolutas y una lista interminable de textos que fueron adaptados al cine después de su muerte, como Blade Runner (1982), Total Recall (1990), Minority Report (2002), A Scanner Darkly (2006) y un larguísimo etcétera. Pero bueno, banquen, me estoy adelantando y la verdad que la vida del bueno de Felipe es tan ecléctica e inverosímil que vale la pena hacer un repaso general, al menos.
Todo comenzó con un trauma iniciático del que nunca se recuperó del todo. Nació de forma prematura junto a su hermana gemela, Jane, que llegó al mundo tan debilitada que vivió poco más de un mes. Apenas tuvo conciencia de este hecho, Philip sintió culpa. Su entorno cercano suele contar que, en más de una ocasión, decía estar seguro de que él estaba ocupando el lugar destinado para Jane; que él debería estar entre los muertos y ella entre los vivos. Durante toda su vida sintió una fuerte conexión con su hermana, al punto que no sólo hablaba sobre ella sino que la dibujaba, imaginándola de su misma edad como si nunca hubiera fallecido. Algunos dicen que toda su vasta obra, en algún punto, fue un intento de reponer esa falta originaria.
La cosa es que Philip creció para transformarse en un joven extraño y taciturno, con una particular inclinación por las historias de ficción. Se mudó a Berkeley junto a su madre y empezó a empaparse del ambiente artístico fomentado por la reconocida universidad de la ciudad, considerada una de las mecas progresistas de los Estados Unidos. Con el tiempo, su afición por la música lo llevó a conseguir trabajo en una disquería y allí fue donde conoció a Kleo, con quien se terminó por casar.
Para esta altura corrían los ‘50, el macartismo estaba en auge, y Philip y Kleo no tuvieron mejor idea que afiliarse a distintos clubes comunistas de la ciudad donde se discutían textos y literatura de izquierda. Esto culminó en un hecho que Dick luego transformaría en ficción: el FBI lo interceptó a la salida del trabajo para pedirle que investigara a su esposa. Por fortuna la situación no pasó a mayores, y luego de un par de visitas más, los agentes descartaron a la pareja como amenaza.
Por esas épocas, Dick se la pasaba escribiendo cuentos cortos que se publicaban en revistas de ciencia ficción de la época, como la Fantasy & Science Fiction, pero no conseguía sacarle rédito económico al asunto. Ahí es cuando entra en escena su agente literario y básicamente le dice: “si no escribís novelas, nunca vas a ver un mango”. Y como antes que inspiración escribir es laburo, Philip le hizo caso.
En 1955 publicó Lotería solar, su primera novela, cuyo argumento nos transporta a un futuro donde la democracia falló y los presidentes se eligen por sorteo cual quiniela nacional, pero con un pequeño detalle: también se elige por “sorteo” a un sicario que puede asesinar legalmente al flamante mandatario y todo esto se transmite en vivo por TV como entretenimiento mundial. Y bueno, claro que quienes habían leído la novela se acordaron de Philip unos años después, cuando el presidente Kennedy fue asesinado en vivo y en directo. ¿Qué manera de arrancar, no?
Ya en esta novela, Dick aborda los que se van a transformar en sus motivos y obsesiones recurrentes. Sus protagonistas suelen ser personas trabajadoras, de clase media baja, que son arrastradas a situaciones extraordinarias de forma inesperada cual película de Hitchcock. Estos personajes se ven inmersos realidades complejas y difusas que por momentos resultan cuestionables hasta para quienes las habitan; una incerteza constante sobre qué es real y qué no lo es, signada por un contexto global donde la Guerra Fría hacía florecer la paranoia en cada rincón.
Volviendo un poco a su vida personal resulta que, al acercarse los ‘60, Philip se separa de su esposa para irse a vivir con Anne, una vecina de la que se había enamorado y que ostentaba cierto prestigio al ser parte del respetado círculo literario de la ciudad. En ese momento flashea y dice “ahora voy a ser un escritor serio” y empieza escribir una serie de novelas realistas, donde abandona la ciencia ficción por completo, que terminaron por ser las más olvidadas dentro de todo su amplio repertorio, como Confesiones de un artista de mierda (1959) y El hombre cuyos dientes eran todos exactamente iguales (1960).
En esa época Philip llevaba una doble vida. Durante el día ayudaba a Anne con la joyería de la que era dueña y por las noches escribía. ¿Cuándo dormía, se preguntarán? Em, bueno, en realidad no dormía porque había descubierto el poder de las anfetaminas recetadas de forma legal; se mantenía despierto durante cuatro o cinco días seguidos hasta que su cuerpo caía vencido y dormía unas 24hs para reponer. Y no es por romantizar el consumo de estupefacientes ni el mandato imperante de productividad que nos aqueja, pero hay que decir que durante esta etapa sus libros dieron un enorme salto de calidad. Me gustaría creer que esto se dio por la práctica y la experiencia acumulada y no por los factores anteriormente mencionados, pero quién sabe.
Su siguiente novela fue El hombre en el castillo (1962), ucronía que planteaba un presente desencadenado a partir de un desenlace alternativo de la Segunda Guerra Mundial; un mundo donde el Eje había resultado victorioso y entre Alemania y Japón se habían repartido Estados Unidos miti miti, la costa del Pacífico para los asiáticos y la costa atlántica para los europeos. Esta novela le valió cierto reconocimiento y hasta un premio Hugo, uno de los máximos galardones dentro de la ciencia ficción, lo que lo llevó a incrementar su producción aún más.
A base de insomnio y anfetaminas, durante 1963 escribió 5 novelas (sí, 5 novelas en un año y la mayoría son realmente geniales) y medio que ya se veía venir que el colapso era en algún punto inevitable. Todo marchaba relativamente bien hasta que empezó a marchar relativamente mal y, un buen día, Philip escuchó una voz profunda que se dirigía a él y, al levantar la mirada, se encontró con una cara metálica gigante que le hablaba desde el cielo.
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Designios de un dios malvado
Esta experiencia alucinatoria inspiró Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1964), en mi opinión una de sus mejores novelas, donde su motivo de la incerteza de la realidad es llevado al extremo. Acá empieza a profundizar en otra de las obsesiones que lo aquejaba en su vida cotidiana. Como cristiano, Dick estaba convencido de que Dios existía, pero que era un ser malvado o al menos indiferente. A imagen y semejanza de esta visión construyó a Palmer Eldritch, un dios cruel y despiadado que puede manejar la materia (y por ende, la realidad) a su antojo. Si de repente se les ocurre leer este librazo, no sólo se van a encontrar con una premonición de eso a lo que ahora le decimos metaverso, sino que se van a dar cuenta de que la Inception (2010) de Nolan tan original no era.
Ya totalmente inmerso en sus mambos religiosos, Philip continúa publicando a rolete durante la segunda mitad de los ‘60. En esta etapa aparecen otras de sus obras fundamentales como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), un policial existencialista, oscuro y lisérgico que eventualmente se transformó en la Blade Runner de Ridley Scott, Ubik (1969), una novela de aventuras donde un dios omnipresente y un poco troll se manifiesta a través de todas las cosas, incluyendo el jabón en polvo, y Laberinto de muerte (1970), una suerte de slasher en el espacio que transcurre en un mundo donde la existencia de Dios está comprobada científicamente y la gente manda plegarias por mail.
Ponele que todo andaba más o menos estable hasta que un nuevo hecho de su vida personal volvió a disparar su ya galopante paranoia a niveles insospechados. Una tarde, al volver a su casa, Philip se encontró con que su estudio había sido saqueado, su caja fuerte abierta con explosivos y lo único que parecía faltarle eran los manuscritos de una novela que estaba próxima a publicarse. ¿Cuál fue su conclusión lógica? El gobierno lo estaba persiguiendo porque “estaba muy cerca de la verdad”. ¿De qué novela se trataba? Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974), cuyo argumento transcurre en una realidad alternativa regida por un estado policial, con fuertes reminiscencias a la gestión del entonces presidente Richard Nixon.
Y bueno, finalmente llegamos al lugar donde empezamos, o sea, su revelación divina a la que luego pasó a referirse bajo el nombre de 2-3-74, en referencia a la fecha en que ocurrió; de paso, les cuento que la experiencia fue bellamente retratada por el ilustrador Robert Crumb. En fin, después de haber rescatado a su hijo gracias a estos designios del destino, sus preocupaciones religiosas llegaron a su punto más alto. Empezó a juntarse seguido con el reconocido obispo James Pike, con quien mantenían largas discusiones sobre sus percepciones de Dios, ya que Pike consideraba que el mundo estaba regido por una fuerza benevolente y Philip seguía empecinado con su teoría del dios maligno.
De una combinación de estos intercambios con su experiencia mística surgieron sus últimos tres libros, que en lo que a mí respecta son los más interesantes de toda su producción: VALIS (1981), La invasión divina (1981) y La transmigración de Timothy Archer (1982), publicado el año de su muerte.
Y esto lo voy a decir sin exagerar ni un poco: nunca en mi vida leí una novela que me partiera tanto la cabeza como VALIS, cuyo argumento es realmente difícil de explicar pero ponele que se basa en la teoría de que el mundo fenomenológico que habitamos es una manifestación de una suerte de código binario cósmico, pero el código está incompleto, “la mente está enferma”, y por eso nuestra realidad resulta tan poco compasiva.
Como para no dejar ninguna preocupación cristiana (o blasfema, para los ortodoxos) sin cubrir, en La invasión divina eligió ensayar una versión espacial de la inmaculada concepción, que a su vez es una divertidísima novela de aventuras con un final pasado de rosca en filosofía religiosa, y en La transmigración de Timothy Archer no sólo homenajeó a su manera a su amigo el obispo James Pike —que había muerto en el desierto de Israel al ir en busca de unos evangelios perdidos que aseguraban que las visiones de Cristo habían sido producto de ingerir un hongo alucinógeno (!)— sino que también es la primera vez que Philip escribió una novela desde el punto de vista de una mujer, cuyas descripciones y actitudes remiten a su imaginario de su difunta hermana Jane.
En sus últimos años, Dick había encontrado finalmente cierta estabilidad económica, psicológica y social. Había vendido los derechos de varios de sus textos para que fueran adaptados al cine y hasta había llegado a ver adelantos de Blade Runner y había quedado fascinado por la estética de la película (aunque no tanto así por su desarrollo narrativo). Se encontraba escribiendo una nueva novela, El búho a la luz del día, cuando sufrió un ACV que terminó con su vida.
A los pocos meses la película de Scott se estrenó en los cines de todo el mundo y se transformó en una pieza icónica del cine de los ‘80 y en una referencia ineludible para el género cyberpunk. Desde ese entonces, alrededor de 30 de sus obras fueron adaptadas a medios audiovisuales, entre novelas y cuentos cortos, con las series Electric Dreams y The Man in the High Castle como ejemplos más recientes. Y, como decía Bolaño, su influencia no sólo se atiene a las adaptaciones directas, sino también a un sinfín de homenajes (y choreos) más o menos explícitos, como por ejemplo The Truman Show (1998), muy MUY inspirada en Tiempo desarticulado (1959). Todos los que alguna vez le hemos afanado algo estaremos eternamente agradecidos 🖤
El querido Philip nunca llegó a saberlo, pero su legado cambió la historia y el devenir de la cultura pop para siempre 🦉
Artista invitadx
Miguel Tapia, mejor conocido como el Brujo del Estero, es un poeta santiagueño radicado en la ciudad mágica de Buenos Aires. Publicó el poemario Conversaciones con el brujo (2018) y los últimos años liberó en el inagotable océano de la web tres poemarios breves y conceptuales que recomiendo con avidez: Robótica básica (2020), Yo también quería ser pop (2020) y La despedida del hombre bala (2021).
Muchos de sus poemas están atravesados por el imaginario de la fantasía y la ciencia ficción. En su Instagram, además de contemplar su bello rostro, pueden encontrar sus entregas del “Diccionario”, un proyecto que propone definiciones alternativas de diferentes palabras con un enfoque lírico. Ah, también suele decir que él “inventó Mate”, pero al ser intimado declaró no estar dispuesto a presentarse ante un tribunal para defender su posición.
Para cerrar, les dejo un fragmento de su Robótica básica, texto que narra una historia de (des)amor entre un hombre y un androide, como pa’ llorar lágrimas de aceite:
Androide
hubo un tiempo
en el que la música
sólo sonaba en concierto
no había artefactos
donde pudieras conectarte
y poner las canciones
que nos gustan
te imaginásMe gustaría saber
si puedes hacerlo
si tus pensamientos
tienen forma de imágenes
o de códigos de sistema
montón de unos y cerosNo pregunté
si cuando me recuerdes
vas a poder respirar hondo
e inventarte mi olor porque
yo sí me acuerdo del tuyo
y del ruido de tu motor a media marcha
cuando dormíasAndroide
tengo todavía
muchas preguntas cómo esas
empecé un curso de robótica básica
para ver si así entiendo
cómo un montón de cables
pudo abandonarme
dejando una nota en la heladera
Agenda
17/6 - 21hs: DesHojado de Ariel Astrada (Teatro)
@ Teatro La Cochera (Fructuoso Rivera 541, Córdoba). Entrada: $800.18/6 - 20hs: Ire Paz & el Derrumbe + Diégesis + Tom Dennison & Luciano Fabris (Música, expo, feria y poesía)
@ Espacio Cultural Laberinto (Rivadavia 18432, Morón, PBA). Entrada: $400.18/6 - 21hs: Las Fin del Mundo + El Club Audiovisual + La Real Academia (Música)
@ Niceto Club (Niceto Vega 5510, CABA). Entrada: $1000.18/6 - 21hs: Malnacida (Teatro)
@ Teatro La Morada (San Martín 771, Rosario, Santa Fe). Entrada: $800.18/6 - 20hs: No Me Toques + Buenos Vampiros + Las Tussi + Mujer Cebra (Música)
@ Club TRI (20 de Septiembre 2650, Mar del Plata, PBA). Entada: $600.18/6 - 19hs: Tierra del Fuego: sinfonía bárbara (1948) de Mario Soffici (Cine)
@ CCK (Sarmiento 151, CABA). Entrada: Gratuita.19/6 - 23hs: MT93 (IT) + Lautaro Ibañez + Eduar DG + Dani Alv (Fiesta electrónica)
@ Foxy Live Bar (Av. San Martín 2289, Mendoza). Entrada: $700.
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Santiago 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó eventos culturales y programó y presentó ciclos de cine. Supo tocar la batería y componer junto a las bandas Efecto Amalia y Gente conversando. Actualmente forma parte de la banda de Ire Paz. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro.