Críptidos digitales y creepypastas: leyendas del siglo XXI
o de cómo la comunidad virtual forjó su propio bestiario
Más allá de la pantalla
Cada vez que la humanidad se asoma a un nuevo abismo tecnológico el abismo no sólo le devuelve la mirada sino que también le regala nuevas razones para sentir un miedo primordial: el horror ante las infinitas e inabarcables posibilidades que representa lo desconocido. Al día de hoy, puede que no haya abismo más profundo que el generado por el boom de las IAs (o inteligencias artificiales) que a cada segundo suma nuevos servicios a un ya amplio catálogo de herramientas de crecimiento exponencial. Por fuera de las preocupaciones más terrenales, como la noción de que las máquinas van a volver obsoleto el trabajo humano o como la línea kubrickiana de que directamente nos van a liquidar, comenzaron a surgir inquietudes un tanto más metafísicas.
En abril de 2022, la artista digital conocida como Supercomposite aseguró haberse topado de casualidad con el primer críptido del espacio latente; una criatura que habita por sí sola en los algoritmos e intersticios de la IA generadora de imágenes que lleva el nombre de Stable Diffusion. Según la artista, el camino que desembocó en esta aterradora revelación fue totalmente arbitrario y no estuvo ligado a los prompts ingresados. Le pidió que generase una imagen en negativo (o sea, en contraste directo) a un logo previamente generado y el resultado fue Loab, la temible figura de una mujer sin ojos y de piel arcillosa. Si bien inusual y un tanto perturbadora, lo más terrorífico fue lo que ocurrió luego: al combinar la imagen de Loab con cualquier otra, el producto era siempre una representación de este personaje rodeado de niños ensangrentados y mutilados; una suerte de Freddy Krueger 3.0.
Antes de seguir por estos pagos virtuales, hay que decir que la fascinación por los críptidos no es cosa nueva. De hecho, el término críptido es un derivado de criptozoología, pseudociencia que pretende comprobar de forma fehaciente la existencia de criaturas desconocidas. Su campo de estudio primordial se basa en seres surgidos de las distintas corrientes folclóricas y mitológicas que se manifiestan alrededor del mundo, como las sirenas y harpías de la tradición griega, ideaciones del yōkai japonés como el inugami, clásicos europeos como las hadas y los gnomos y un vastísimo y variado etcétera.
Fue durante la década del ‘50 que la criptozoología adoptó su denominación actual y, con cierto afán de legitimación, algunos adeptos empezaron a construir su corpus bibliográfico. Uno de sus principales referentes fue el científico e investigador belga Bernard Heuvelmans, quien en 1955 publicó una de sus piedras basales: un libro titulado Tras la pista de animales desconocidos. Allí, el autor conformaba su propio bestiario de criaturas inusuales, donde se mezclaban animales reales recientemente descubiertos, como el dragón de Komodo o el bonobo, con seres de leyenda, como el mokele-mbembe o el mismísimo Yeti.
Fue también el Yeti la criatura que se destacó como objeto de estudio del libro Abominable hombre de las nieves: la leyenda cobra vida (1961) del zoólogo escocés Ivan T. Sanderson, donde este muchacho aseguraba que existían cuatro tipos distintos de hombres de las nieves distribuidos a lo largo y ancho del mundo. Años más tarde, Sanderson fue acusado de falsificar pruebas para intentar dar cuenta de un pingüino gigante que habría visitado las costas de Miami y terminó por consolidar una particular obsesión alrededor del Mar del Diablo —conocido como el Triángulo de las Bermudas del Pacífico—, donde decía que se encontraba una suerte de vórtice interdimensional que todo lo absorbía.
También hay que decir que la imaginación de estos primeros criptozoólogos puede que haya sido estimulada, en parte, por una excéntrica tendencia histórica dentro de la taxidermia: el ensamblado de animales falsos. A lo largo de la historia, distintos animales inexistentes han sido confeccionados por taxidermistas ya sea para hacer unos mangos ante un comprador desprevenido o por el mero placer de generar confusión. Así fue como nacieron creaciones como la sirena de Fiji —cuerpo de pez y cabeza de mono—, el jackalope —conejo con cuernos de antílope— o la trucha con pelo —literalmente eso—. Sí, esta misma tendencia fue la que hizo que la primera vez que apareció un ornitorrinco todos pensaran que estaba ensamblado.
Bueno, como quien no quiere la cosa, la cronología nos lleva a una de las piezas más icónicas tanto de la criptozoología como, de alguna forma, de la historia del cine. Estoy hablando de ese icónico video que filmó un tal Dave Shealy en 1974, a plena luz del día en el sur de Florida, donde puede verse a un ser antropomórfico gigante y peludo que camina hacia el bosque y justito se da vuelta para mirar a cámara sin inmutarse. Aunque existían registros de presuntos avistamientos de Pie Grande desde fines del siglo XIX, este material fue el que provocó un gran interés alrededor de su figura y se transformó sin buscarlo en una de las primeras películas de found footage, adelantándose a la pionera y controversial Holocausto caníbal (1980).
Algunos años más tarde, el advenimiento de los teléfonos celulares provocó que la captura de este tipo de material se volviera algo cuasi cotidiano, sobre todo dentro de la ufología, y que, en consecuencia, tuviéramos que enfrentarnos a videos de pocos segundos, pixelados y mal iluminados, donde se pretendía documentar la existencia de algún ser o fenómeno paranormal. Por estas tierras, más allá de nuestra propia tradición criptida —que daría para largo y donde podríamos ubicar a un sinfín de criaturas como el pombero, el ucumar, el lobisón o nuestra versión del chupacabras—, también curtimos un auge del found footage falopa, con registros como el ya histórico duende de Güemes o la enigmática hamaca de Firmat.
Por esa misma época, en ciertos recovecos de la web se empezó a popularizar un formato de cuentos breves de terror que le dieron vida a los miedos de una generación que pasaba horas y horas frente a la pantalla y que se vio impulsada a adaptar los horrores de antaño a este nuevo mundo digital. En algunos casos, su impacto fue mucho mayor del que nadie hubiera podido esperar.
De los espantos que he tenido que afrontar para poder hilvanar esta edición puede que no me recupere jamás; una marea de imágenes indescriptibles que habitarán por siempre en lo más profundo de mi psiquis. Si querés ayudar a solventar un poco este daño ya irreparable, entrá a somosmate.ar y hacé tu aporte para que podamos seguir adelante dando lo mejor de nosotros, hasta las últimas consecuencias…
De un mundo al otro
31 de Mayo de 2014. Wisconsin, Estados Unidos. Un ciclista encuentra a una niña ensangrentada. Se mueve a rastras por los bordes de una ruta que atraviesa un bosque frondoso. Está en shock y gravemente herida; tiene que ser trasladada de urgencia a un hospital. Horas más tarde, otras dos niñas son divisadas mientras caminan solas por el borde de una autopista. También llevan la ropa ensangrentada, pero no están heridas. Se llaman Anissa y Morgan, tienen 12 años y no tardan en confesar que acaban de cometer un intento de asesinato. La víctima elegida fue su amiga Payton ya que, según las niñas, este acto iba a permitirles ser recibidas en la Mansión de Slenderman, localizada en lo profundo del bosque, para vivir para siempre lejos del mundo que las aquejaba.
Anissa y Morgan estaban convencidas de que Slenderman era real; un personaje de brazos largos y rostro sin facciones, nacido en tableros de foros como leyenda urbana. Su mitología relata que, cual hombre de la bolsa o boogeyman, suele aparecer de la nada para llevarse a niños y niñas a un lugar del que nunca vuelven. Algunas interpretaciones, como la de Anissa y Morgan, eligen creer que Slenderman en realidad está reclutando a un grupo de niños elegidos para convivir a salvo del mundo adulto en su gran mansión oculta. El precio a pagar no es otro que la sangre de un igual; un sacrificio al culto del hombre sin rostro.
Si bien no el primero, el de Slenderman es probablemente el caso más trascendente (y trascendido) de eso que se conoce como creepypasta, relatos breves de terror y suspenso que muchas veces, de forma más intuitiva que voluntaria, cuentan con una moraleja final. En otras palabras, una suerte de cuentos de los hermanos Grimm para millennials y centennials.
El origen exacto de estos relatos es desconocido, pero se dice que surgieron en la década del ‘90 como textos enviados masivamente por mail que luego pasaron a habitar distintos foros y blogs y que finalmente desembocaron en la Creepypasta Wiki, sitio que nuclea y recolecta de forma enciclopédica estas historias. El término creepypasta es una combinación de otras dos palabras: creepy (horripilante) y copypasta (neologismo que refiere al acto de copiar y pegar un texto).
Si nos remontamos a las primeras leyendas que surgieron en este formato no podemos dejar de mencionar a Polybius, otro mito urbano que habla sobre el miedo que pueden provocar las nuevas tecnologías al momento de su aparición. En este caso se trata de un videojuego maldito; una máquina arcade que habría aparecido misteriosamente en una sala de juegos para obsesionar hasta la locura a quien se atreviera a jugar. Según se dice, el juego consistía en conducir una nave a través de animaciones lisérgicas mientras por el rabillo del ojo podían captarse frases subliminales como “Matate”, “Honra a la apatía” o “No cuestiones a la autoridad”. Como resultado, los jugadores sufrían de alucinaciones, terrores nocturnos, ataques epilépticos, pérdida de la memoria y un variado y doloroso etcétera.
Con Polybius como puntapié inicial, las creepypastas fueron desarrollando su propio subgénero alrededor de la relación con los videojuegos. Existen otros mitos populares como el de “Ben, el ahogado”, relato que narra la historia de un niño que compra un cartucho usado del Zelda y se da cuenta de que el juego está poseído. Al parecer, su dueño anterior fue un niño llamado Ben que murió ahogado, víctima de un caso de bullying, y ahora puede comunicarse con los vivos con su videojuego favorito como tablero de ouija.
Otro de los grandes mitos web es el de la Doncella Ciega (“The Blind Maiden”), una suerte de actualización 2.0 de la leyenda de María Sangrienta. Según se dice, existe un sitio llamado http://3lindmaiden.com/ al que sólo se puede acceder a las 12 de la noche puntual y en soledad. Dadas estas condiciones, uno se ve invadido por una marea de imágenes de rostros mutilados a los que siempre le faltan los ojos. La cosa es que no podés clickear nada en la página porque, de hacerlo, una mano se apoyará sobre tu espalda y al darte vuelta te encontrarás con la Doncella Ciega, y a partir de ese momento pasarás a ser parte de su colección, del otro lado de la pantalla.
Como no podía ser de otra manera, el auge de las redes sociales también suscitó el surgimiento de sus propios mitos. Tal es el caso de el reto de Momo, una figura misteriosa y espeluznante que causó revuelo mundial en el año 2018. Según denuncias, un usuario llamado Momo —con una foto de perfil apenas perturbadora— habría incitado a niños y adolescentes a autoinfligirse daño bajo la excusa de un “challenge” vía WhatsApp, en algunos casos llevado hasta las últimas consecuencias.
Aparentemente, para difundir este reto, imágenes de Momo fueron introducidas de forma velada en videos de YouTube Kids con protagonistas como Peppa Pig o Dora la Exploradora. Los moderadores del sitio tuvieron que salir a declarar que no se encontró en la plataforma ningún video que promoviera el famoso reto, pero de todas formas pasaron a desmonetizar todo contenido que contenga su imagen.
Y esto también hay que decirlo, porque muchas veces los mitos se confunden por verdades y viceversa: un caso en este aspecto similar, pero del todo real, y que me resulta el más espeluznante de todos fue ese fenómeno conocido como Elsagate, término acuñado para denominar a una serie de videos aparecidos en YouTube que eran catalogados como contenido infantil pero eran una cosa bien distinta. En ellos, podían verse representaciones de populares personajes infantiles —animaciones de bajo presupuesto o actores amateur disfrazados—, como Spiderman, el Joker o Elsa de Frozen, siendo protagonistas de situaciones que contenían alusiones sexuales, violencia explícita, fetichismo escatológico, consumo excesivo de drogas y alcohol y todo tipo de perturbaciones para la psiquis infantil.
En el año 2017, YouTube se vio obligado a pegar un volantazo drástico para que la cosa no se les fuera de las manos. El primer paso fue actualizar sus políticas de regulación de contenido y determinar que los videos que hicieran “uso inapropiado de personajes para toda la familia” fueran desmonetizados. Bajo sus nuevos parámetros, YouTube eliminó más de 270 cuentas y unos 150.000 videos que ofrecían este tipo de material. Pese a sus esfuerzos, hoy todavía se pueden encontrar algunos videos de esta índole en la plataforma.
Volviendo al lado mítico de la cuestión, otras redes sociales también supieron parir sus propias leyendas. Por ejemplo, el caso de la novia difunta, donde un joven aseguraba que su novia fallecida continuaba comunicándose con él a través del chat de Facebook, o la narrativa creada por el usuario de Twitter conocido como Adam Ellis, que a través de fotos y textos le hizo creer a sus seguidores que se encontraba habitando una casa embrujada y que era acosado constantemente por fantasmas y entidades malévolas, formato que hoy puede verse replicado por algunos usuarios de TikTok.
Fue también en TikTok, que cuenta con su propio submundo ligado al terror y las leyendas urbanas, donde saltó a la popularidad ese hipnótico y perturbador corto estilo found footage que lleva el nombre de The Backrooms (2022), un recorrido por pasillos que se perciben como un espacio liminal habitado por seres interdimensionales; anfibios entre lo físico y lo digital. El corto está inspirado, a su vez, en una creepypasta nacida en un tablero de 4chan y su popularidad fue tal que la productora A24 (que acaba de agenciarse 8 premios Oscar) puso a su creador de apenas 16 años a producir una adaptación fílmica a estrenarse en un futuro cercano.
Como bien leyó este joven realizador, y como augura la aparición de los primeros criptidos digitales, la nueva liminalidad es 3.0. El fantasma ya no está en la máquina sino que yace alojado en la blockchain o en el espacio latente de las redes neuronales de una inteligencia artificial; una realidad que por incognoscible no deja de ser real y que, como declaró el CEO de Stable Diffusion, puede no ser otra cosa que una puerta (o una ventana) a múltiples realidades alternativas. Habrá que ver qué nuevas y variadas formas toman nuestros miedos ante este nuevo abismo al que apenas nos empezamos a asomar.
Agenda
17/3 - 20hs: Creciente + Pa despenar + Victoria Zerdá (Poesía y música)
@ CCK (Sarmiento 151, CABA). Entrada: Gratuita.
17/3 - 21hs: Irritante (Teatro)
@ Teatro de la Manzana (San Juan 1950, Rosario, Santa Fe). Entrada: $1700.17/3 - 20hs: Proyecciones de Mon Estudio y Puño Robot (Cine de animación)
@ Monstera Club Cultural (Estado de Israel 4791, CABA). Entrada: Gratuita18/3 - 23.30hs: Una noche en Paladium (Fiesta ochentosa)
@ C Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA). Entrada: $2500.18/3 - 00hs: Llamado a todos los Anunnakis (Fiesta y música en vivo)
@ Baysai (Autopista La Banda 4300, Santiago del Estero). Entrada: $1000.
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Santiago 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Forma parte de Criolla Editorial. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó eventos culturales y programó y presentó ciclos de cine. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro.