El origen de la biodescodificación emocional
Entre las teorías de la conspiración judía y el orientalismo new age
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Para dominar el mundo
Todo comienza con una gran reunión en la ciudad de Salónica, a orillas del mar Egeo, “escondida en el último seno del golfo”. En una sinagoga se dan cita los judíos de toda Europa, que llegan en representación de distintas comunidades. Entre ellos se encuentra el Rabbi David Bar Nachm como embajador de aquellos hebreos que saben mimetizarse entre los cristianos y junto a él están los Monopantos, misteriosos habitantes de una serie de islas que se encuentran entre el mar Negro y la Moscovia.
Según se cuenta, estos últimos son hombres maliciosos y perfectamente hipócritas, tan versátiles para las apariencias que todas las naciones los tienen por suyos. Su goce más pleno está en las negociaciones, al ver cómo sus intereses se ven favorecidos con el fluir de las palabras. Ningún intercambio está exento de sus motivos ulteriores. En esta particular reunión, seis de los más sabios Monopantos se encuentran presentes.
Quien toma la palabra en primer lugar es el Rabbi Saadías. Comienza con un rezo tradicional y luego procede a lamentarse por la situación de los judíos, dispersos y oprimidos a lo largo y a lo ancho del mundo. Reflexiona sobre el sufrimiento de su pueblo desde tiempos bíblicos y, en un acto de mea culpa, critica su relación con el oro y la usura, en el marco de una tendencia a idolatrar el materialismo.
Tras esta disertación, el Rabbi se dirige a los Monopantos. Sin titubeos, les adjudica la maquiavélica capacidad de manipular a reyes y repúblicas a partir de su ingenio y de su duplicidad; de ser expertos en corromper y controlar a cualquier entidad por medio de la riqueza y las aspiraciones de poder. A pesar de ser “judíos del Nuevo Testamento”, el Rabbi admite que tanto los judíos tradicionales como los Monopantos comparten un claro objetivo: “destruir, los unos, la cristiandad que no quisimos; los otros, la que ya no quieren”. Es por esta razón que se han juntado a “confederar malicia y engaño”.
Al sentirse aludido, Pacas Mazo, uno de los Monopantos, toma la palabra. Luego de hacer un breve repaso por el estado de situación, propone fortalecer esta alianza estratégica entre ambos grupos para controlar el poder mundial. Argumenta que la riqueza es el verdadero motor de toda sociedad y que a través de la corrupción es posible alcanzar cualquier objetivo. Pacas Mazo plantea llevar adelante una "contratriaca": una estrategia de degeneración y descomposición de los valores y las virtudes para introducir vicios y errores en el corazón de las naciones cristianas.
Los rabinos desconfían de la iniciativa en un primer momento, pero reconocen su perversa astucia. Resuelven acordar con los Monopantos, quienes sellan el compromiso con un regalo: le obsequian al Rabbi Saadías un libro de Nicolás Maquiavelo encuadernado en pellejo de oveja. Un símbolo de una alianza forjada sobre una estratagema que tiene al engaño como principal fundamento.
Este es el tendencioso argumento de “La isla de los Monopantos”, un relato de Francisco de Quevedo incluido en el libro La hora de todos y la fortuna con seso (1650) que con el tiempo se transformó en una de las piedras basales de las teorías de la conspiración judía; un panfleto diseñado para esparcir el más despiadado odio a partir de la narrativa.
Como claro antecedente, el texto de Quevedo se inspiraba a su vez en una de las fake news más influyentes de la historia de la humanidad: la Carta de los judíos de Constantinopla. Este documento había sido construido por el entonces arzobispo de Toledo, Juan Martínez Silíceo, con el objetivo de convencer al cabildo de la catedral de su ciudad de aprobar el estatuto de limpieza de sangre, un mecanismo legal de discriminación que exigía una ascendencia cristiana pura a quien quisiera formar parte de cualquier institución local. De esta forma, se buscaba relegar y perseguir a judíos y musulmanes conversos.
En esta falsa carta, los “Príncipes de la Sinagoga de Constantinopla” se dirigían a los rabinos de Zaragoza para instarlos a ejercer distintas estrategias de entrismo con el fin de destruir al cristianismo desde adentro. Se les recomendaba bautizarse y se proponía una cínica venganza: oficiar de abogados y médicos para robarle a los cristianos sus haciendas y sus hijos, para por último transformarse en clérigos y así profanar sus templos, sus ceremonias y sus sacramentos.
No está demás recordar que el pueblo judío había sido expulsado de España en 1492 por los Reyes Católicos, ante un pánico social desencadenado por la posibilidad de que los cristianos adoptaran usos y costumbres del judaísmo; una continuación de aquel proceso persecutorio que había tenido lugar casi mil años antes. Según el historiador francés Joseph Pérez, es probable que las redes de organización solidaria establecidas a partir de estos hechos hayan sido el origen (o la excusa) para hilvanar el mito de la conspiración judía de dominación mundial.
Todo esto para decir que, a tono con los tiempos que corren, un relato ficcional y una noticia falsa fueron el germen lingüístico que desencadenó y condensó un odio profundo que hasta el día de hoy continúa tomando nuevas y diversas formas. “La isla de los Monopantos” terminó de moldear tanto la estructura narrativa de la conspiración como el motivo recurrente de esas veladas reuniones donde se dirimen ominosos planes de control global.
Sin la obra de Quevedo, es probable que nunca hubieran existido los infames Protocolos de los sabios de Sion (1903), otra falsificación que aseguraba reponer una transcripción de lo acontecido en reuniones donde las más altas esferas del poder judío internacional discutían un programa de control a través de la masonería y de los movimientos comunistas en todos los países del mundo, con el fin último de establecer un poder global central.
Desde entonces, retazos de esta narrativa se han manifestado en los más diversos y variados discursos. Por eso no es de extrañar que hasta cierta pseudociencia new age de amplia aceptación general haya sido fuertemente influenciada por este devenir.
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Para dominar el cuerpo
La luna brillaba sobre las aguas cristalinas del Mediterráneo una cálida madrugada de agosto. Frente a la isla de Cavallo, situada entre Córcega y Cerdeña, un yate resplandecía y vibraba. Una fiesta que llevaba horas de jolgorio parecía estar lejos de terminar. Sin previo aviso, el ruido de un disparo rasgó la noche, proveniente de la cubierta. Cuando los invitados se acercaron, encontraron a un moribundo joven de apenas 19 años. El príncipe Vittorio Emanuele de Saboya, un aristócrata italiano, era quien había disparado sin saber bien por qué ni contra quién. El joven, llamado Dirk Hamer, fue trasladado a un hospital en Munich y falleció cuatro meses después.
Su padre era Ryke Geerd Hamer, un prestigioso médico con una vida plena y una familia unida. La muerte de su hijo significó una herida que nunca cicatrizó del todo y que sólo fue la primera de una serie de malas noticias. Al poco tiempo del fallecimiento de Dirk, el Dr. Hamer fue diagnosticado con cáncer testicular. Por si faltaba algo, tras enterarse de esta noticia su esposa Sigrid recayó en varias enfermedades cancerosas y al poco tiempo falleció de un infarto. Fue entonces que una de sus sospechas se transformó en teoría: “¿y si un profundo dolor emocional puede funcionar como el catalizador que desencadena la enfermedad?”.
Apesadumbrado por el dolor de la pérdida y por sus propios padecimientos, el Dr. Hamer se puso a trabajar convencido de que las condiciones médicas no eran meros accidentes biológicos, sino manifestaciones físicas de conflictos emocionales no resueltos. Su investigación lo llevó a pasar años y años intentando dar cuenta de las profundidades del vínculo entre la mente y el cuerpo.
Así fue cómo nació la Nueva Medicina Germánica (NMG), una controversial visión del origen de las enfermedades a contrapelo de las bases de la medicina convencional que hasta el día de hoy forma parte del variopinto repertorio de muchos terapeutas alternativos. Incluso hay quienes la profesan desde el circunstancial aval de un título profesional en medicina clínica o en psicología, otorgándole así una legitimación tangencial. Dentro de este mejunje sincrético entre institucionalidad y espiritualidad, en el combo se suelen ofrecer otros servicios orientalistas, como alineación de chakras, limpieza de auras y un variado etcétera.
Con el fin de darle un marco teórico a esta nueva rama de la medicina, el Dr. Hamer desarrolló las cinco leyes biológicas de la biodescodificación, una serie de principios fundamentales que intentaban dar cuenta de la correspondencia entre lo emocional y lo corporal. A grandes rasgos, estas cinco leyes explican que toda enfermedad comienza con un trauma inesperado que impacta tanto en la psique como en un órgano específico, que existe una correlación absoluta entre el tipo de conflicto emocional y el órgano afectado, y que cada enfermedad tiene un sentido biológico y una función específica, diseñada para ayudar al individuo a superar tal o cual conflicto interno. Ah, y sí, depende del propio cerebro activar las distintas funciones que desencadenan la curación.
Al ser publicada, la teoría de Hamer atrajo la atención de los curiosos al sostener la noción de que los individuos eran capaces controlar sus propios padecimientos a través de la toma de conciencia. Todo pasaba a ser una cuestión de voluntad individual; el “triunfo de la voluntad”, como tituló alguien alguna vez. Por supuesto, la fascinación de cierta porción del público general fue equilibrada por una gran preocupación dentro de la comunidad médica.
Debido a la falta de pruebas científicas que respaldaran sus teorías y a su negativa a someterse a los estándares médicos convencionales, Hamer se vio obligado a retirar su licencia médica en 1986. Sin embargo, continuó practicando y divulgando la Nueva Medicina Germánica, en un desafío abierto a toda ley y regulación establecida.
El punto de inflexión en su carrera tuvo lugar en 1995, cuando Hamer fue acusado de negligencia durante el tratamiento de una paciente austríaca de seis años llamada Olivia Pilhar. La niña padecía de un tumor de Wilms que Hamer decidió diagnosticar como “varios conflictos” y no como cáncer. Bajo influencia de la Nueva Medicina Germánica, sus padres rechazaron el tratamiento médico convencional y se trasladaron a España, donde se encontraba residiendo el doctor.
Tras un largo período de tratamientos alternativos, el gobierno austríaco logró convencer a los padres de Olivia de que regresaran a sus tierras y retomaran el tratamiento adecuado. Al volver, la salud de Olivia se había deteriorado tanto que la estimación de la probabilidad de su supervivencia había pasado del 90% al 10%. El tumor había crecido hasta llenar la mayor parte de su cavidad abdominal. Luego de que un tribunal ordenara el tratamiento convencional del cáncer, Olivia Pilhar logró recuperarse. Dato de color: sus padres pertenecían a la religión ovni Fiat Lux, por lo que la teoría de la NMG no sonaba tan descabellada en contraposición.
Como consecuencia de este caso, el Dr. Ryke Geerd Hamer fue encarcelado durante un año en Alemania y luego durante otros dos años en Francia por cargos de fraude y práctica ilegal de la medicina. Tras intentar volver a ejercer sus prácticas en España y ser encarcelado nuevamente, se trasladó a Noruega, donde intentó obtener una habilitación al presentar su tesis sobre la Nueva Medicina Germánica, pero fue sistemáticamente (y lógicamente) rechazada hasta el día de su muerte.
¿Qué tiene que ver toda esta sarasa pseudocientífica con las teorías de la conspiración judía, se preguntarán? Bueno, resulta que Hamer aseguraba que una de las funciones de la Nueva Medicina Germánica era reemplazar a la medicina tradicional para evitar que esta última continúe diezmando a la población occidental no-judía. Según creía, los tratamientos con quimioterapia y morfina eran un “crimen contra la humanidad” que eran utilizados en todo el mundo salvo en Israel. En esta línea, Hamer aseguraba que todos los oncólogos alemanes eran judíos y que no había en Alemania ningún judío en tratamiento con quimioterapia. Y obvio, también consideraba que estaba siendo perseguido y que por eso lo habían obligado a dejar de ejercer la medicina.
No es de extrañar entonces que dentro de la teoría de la Nueva Medicina Germánica se le diera una desproporcionada importancia a la cuestión del linaje, o sea, a la presunta influencia del devenir de los ancestros en la vida personal; una suerte de eugenesia espiritual donde las personas con probabilidades de transitar una vida más sana y plena son aquellas que provienen de un árbol genealógico más puro. Esta línea fue profundizada a posteriori por la psicóloga Brigitte Champetier de Ribes, que en su libro Constelar la enfermedad (2011) ensayó una fusión profunda entre la biodescodificación y las constelaciones familiares.
Por si le faltaba algún ingrediente a esta ya ecléctica ensalada, también asomó la cabeza cierto referente de la nueva derecha alemana, perteneciente a ese desequilibrado y radicalizado grupo que se autodefine como “Reichsbürger” o “Ciudadanos del Reich”: personas convencidas de que el gobierno alemán actual está conformado por ocupantes ilegítimos y que fue instaurado tras la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de explotar al pueblo alemán. Por supuesto, entre sus enemigos naturales se encuentran las agendas internacionalistas de “el judío Soros”, el Big Pharma (“ciencia judía”) y el marxismo cultural, o sea, las teorías del “judío Marx”. ¿Les suena?
Como facción radicalizada dentro de los radicalizados existe una porción de los ciudadanos del Reich que se dedican a hacerse pasar por vecinos judíos: fundan falsas sociedades comunitarias y se visten de forma tradicional para luego comportarse de la forma más insidiosa posible, y así, en un ejercicio micro de guerrilla psicológica doméstica, hacer crecer el odio hacia el judaísmo.
Dentro de este subgrupo se encuentra el “rabino mayor” "Esra" Iwan Götz, por supuesto autodeterminado como tal, quien dice representar a los “judíos no sionistas” a la vez que sostiene teorías del calibre de “a Hitler lo financiaron los judíos”. Cuestión, en 2008 el Dr. Hamer había presentado un documento redactado por Götz que ratificaba la utilización de la quimioterapia como método de tortura para los no-judíos. Fuente: un nazi me lo confirmó, literal.
Para terminar bien arriba, sólo queda sumar un último dato: durante los últimos años las autoridades alemanas ven con suma preocupación que los ciudadanos del Reich ya no son un mero fenómeno civil, sino que muchos individuos asociados a esta identidad hoy forman parte de la policía, el ejército y los servicios de inteligencia.
Nuevamente, como en el siglo XV de Francisco de Quevedo, las narrativas conspiranoicas continúan generando marcos de representación que sostienen un sentido de pertenencia desde la exclusión de grupos marginados por el racismo y el odio sistematizado. Mientras tanto, durante los últimos años el Israel de Netanyahu también eligió recostarse sobre su núcleo duro más extremo donde las consignas anti-árabes e islamofóbicas que en los setenta eran consideradas actos de terrorismo hoy son bien vistas.
El espíritu de la época es el extremismo y tal vez lo sea hasta las últimas consecuencias.
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Santi 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Edita libros y produce eventos como parte de Criolla Editorial. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó varietés culturales y programó y presentó ciclos de cine. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro de ficción. El año pasado publicó Picnic sideral: Algo en qué creer, una selección mejorada de los mejores newsletters del 2022, en una co-producción entre Mate y Criolla.