La forma variable de las islas
Malvinas como terreno (simbólico) en disputa a 40 años del conflicto
La guerra nunca terminó
Corre el año 1992. Felipe Félix es especialista en programación y ex combatiente de Malvinas. Esta particular doble condición lo vuelve el candidato ideal para una misión secreta que ninguna otra persona podría llevar a cabo. Un misterioso telegrama lo invita a asistir a una reunión con el multimillonario Fausto Tamerlán, empresario inmobiliario que habita una de sus propias torres en Puerto Madero. Al llegar, Félix se encuentra con una imponente construcción de acrílico y vidrios espejados, donde los empleados que trabajan en los pisos superiores pueden ver lo que sucede debajo de ellos pero nunca a la inversa; como una gran cámara Gesell escalable y vertical.
Desde lo alto de la torre, el millonario le encomienda al ex combatiente su misión: infiltrarse en la SIDE para borrar todo registro de un crimen cometido por su único hijo y, por ende, heredero de su imperio inmobiliario —que tiene por objetivo final refundar Buenos Aires en terreno ganado al río—. Para acceder a la central de inteligencia, Félix deberá ganarse la confianza del Teniente Coronel Verraco, ex combatiente devenido servicio, a través de un videojuego hecho a medida que recrea la Guerra de Malvinas con una particularidad: en esta versión, la victoria siempre es argentina.
Este es el puntapié inicial de Las islas (2003) de Carlos Gamerro, una novela que invita una y otra vez a repensar la geografía de las Malvinas como un terreno simbólico en continua disputa; un paisaje cuya reimaginación permite perpetuar en el tiempo nuestro reclamo de soberanía inclaudicable. El relato nos pasea por una colección de personajes de lo más excéntricos que comparten la cualidad de no haber dado la guerra por perdida; a su manera, a través de la especulación, de la creación o del discurso, cada uno sigue dando batalla en su propio frente.
“...canillitas voceando Clarín, Nación, Prensa, Gaceta de Malvinas; gente comprando Particulares o Chocolinas en los quioscos, almorzando bife a caballo con fritas o ñoquis o milanesa napolitana, tomando a la tardecita Quilmes Cristal en las pizzerías; disquerías de las que sale la voz de Sandro o de Charly García, bares donde se comenta el lunes a la mañana, tomando café con leche y medialunas, Racing-San Lorenzo o las posibilidades del equipo local de subir a primera”.
Así imagina Félix la ciudad de Puerto Argentino —nombre con que se rebautizó a Puerto Stanley en el ‘82— a diez años de una hipotética victoria nacional, un epílogo ideal para cerrar su videojuego. Esta instancia virtual no es la única donde el frente de batalla sigue abierto. Se rumorea, por ejemplo, la presencia en las islas de un batallón argentino que nunca volvió a casa y una década después sigue activo con tácticas de guerrilla; un comando que sería un orgullo para el Gaucho Rivero. Por otro lado, un grupo de ex combatientes —amigos del protagonista— acaba de celebrar el aniversario de la guerra al recrear el desembarco original en el Delta del Paraná y no repara en gastos para financiar la construcción de una maqueta gigante con el fin de ensayar ejercicios de historia contrafáctica.
Como si todo este variopinto mejunje de extrañezas fuera poco, Félix acostumbra toparse con figuras todavía más esquivas y cuestionables, como un profesor de la Asociación Virreinal Argentina que asegura que nuestro país ganó la guerra, ya que el verdadero logro fue impedir el avance del Plan Andinia —delirio fundamental para la conspiranoia antisemita clásica, que asegura la existencia de un plan estructural para una ocupación judía de la Patagonia argentina—, o como un agente de la SIDE que propone la tesis de que al reunir a Perón con sus manos perdidas se lograría establecer una suerte de correlación de fuerzas cósmica ideal que permitiría recuperar las islas.
Por medio de esta acumulación de mundos especulares y teorías contradictorias, Gamerro plantea una refundación mutante —y constante— de las islas. Una forma de revisitar cada detalle de las Malvinas para volverlas propias. Cada versión alternativa consolida una única verdad: el conflicto no está saldado.
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Una fundación esotérica
Como complemento a todas las verdades a medias planteadas en la novela de Gamerro podríamos ubicar La construcción (2014) de Carlos Godoy, una novela breve que también se propone dinamitar cualquier preconcepto que se pueda tener sobre las islas, pero en este caso se concentra especialmente en su carácter espiritual.
Según nos cuenta el narrador, que en un principio cuesta ubicar quién es y desde dónde narra, el primer cartógrafo que dibujó las Malvinas en un mapa nunca puso un pie sobre ellas. Se dice por ahí que era un tipo con habilidades extrasensoriales tan desarrolladas que no necesitaba conocer un territorio para poder dibujarlo, él simplemente sentía la tierra cercana y así podía ilustrar lugares sin haberlos visitado.
La primera inscripción de la islas —“las manchas”, según el narrador— en un documento cartográfico no habría sido el único suceso un tanto mágico. La leyenda cuenta que, en la antigüedad, las islas eran un mismo gran territorio compartido por dos clanes que nunca conseguían ponerse de acuerdo, por lo que los duendes del bosque (!) resolvieron pedirle ayuda a las criaturas subacuáticas (!!) para resolver este conflicto. Las criaturas hicieron fuerza en direcciones opuestas y así separaron el terreno en dos, una isla para cada clan. Origen mítico más bello y delirante no se podía pedir.
Estas no son verdades oficiales, sino versiones variables que el narrador se encarga de recopilar. Eventualmente se revela su condición de escriba de su clan, posición que lo lleva a realizar un registro minucioso sobre esta variante de las islas. Y es que La construcción parece no desarrollarse en el pasado ni en el futuro, sino en una línea temporal alternativa donde la historia fue distinta. A pesar de encontrarse fuera del tiempo, o fuera de nuestro tiempo, el recuerdo de la guerra resuena como ecos de una dimensión paralela pero cercana; como si en esa realidad el estruendo de las bombas resultase igual de cotidiano que el ruido de un trueno una noche de tormenta.
Impulsado por una curiosidad natural, el narrador decide emprender una misión de reconocimiento hacia la otra isla, hacia la “mancha” que desconoce; allí descubrirá la existencia de un misterioso libro que asegura que las islas fueron construidas de forma artificial sobre materiales radioactivos, pero antes nos dejará con esta advertencia enigmática:
“Todo esto es un secreto. Todo lo que pienso y cuento es a partir de secretos. Porque, y esto es lo que quiero decir, nada que sea de las manchas se va de las manchas. Y las personas que vienen de afuera por negocios, visitas, investigaciones, vuelven a sus tierras sin saber qué son las manchas. Pensando que son algo que está depositado en sus mentes, algo parecido a la memoria. Pero las manchas no son memoria. Las manchas son silencio. Un oscuro río que no permite ver el fondo.”
Geografías del encierro
Ruidos misteriosos que llegan desde afuera. El eco resuena por los pasillos de metal. La oscuridad como no-lugar donde todo puede suceder. Paredes mojadas. Goteras que chorrean. Un ambiente húmedo que parece nunca secarse. Los ruidos se acercan más y más…
Podría ser el arranque de Alien (1979), pero es Trasfondo (2012) de Patricia Ratto, una novela que aborda la guerra desde la subjetiva de un soldado que debe pasar más de un mes encerrado dentro de un submarino. Y este no es cualquier navío: la historia está basada en el desempeño del ARA San Luis, uno de los únicos dos submarinos que tuvieron una participación activa durante el conflicto.
Desde el comienzo, el narrador parece haber perdido toda noción del tiempo. Su convivencia con el resto de la tripulación resulta completamente alienada. No interactúa con sus compañeros, simplemente los ve pasar, los observa en su cotidianidad limitada y hasta parece estudiar su comportamiento, pero todo lo ve desde afuera, dinámica que un poco me recuerda al Frankenstein (1818) de Mary Shelley, que a su vez me recuerda a esa novela preciosa que es Rabia (2004) de Sergio Bizzio, que un poco me recuerda a la polémica innecesaria de si la película Los dueños (2013) de Ezequiel Radusky es “la Parasite argentina” o no; bueno, pará, me fui por las ramas, ¿en qué estaba?
Ah, sí, eso: en Trasfondo, Patricia Ratto nos sumerge en esta realidad apabullante a través de la mirada de un protagonista que la mayoría del tiempo ya no entiende dónde está parado ni por qué. La incertidumbre con respecto a lo que sucede en el exterior, la sensación de no tener a dónde ir, la tensión constante a la espera de que llegue el momento de entrar en acción. Y esta no es sólo una “novela de la espera”, como bien define Martín Kohan en su texto de contratapa, sino que también (y sobre todas las cosas) es una novela de la impotencia.
Cada intento de la tripulación de tener una injerencia efectiva en el conflicto se ve frustrada por desperfectos técnicos. El ímpetu de los soldados no se condice con sus condiciones materiales. No funciona el radar para dirigir los torpedos y por momentos tampoco el sistema de propulsión, y cuando finalmente, a pesar de todos estos impedimentos, consiguen darle a un buque inglés, el torpedo no explota y el ARA San Luis revela su posición, por lo que debe hundirse aún más para esquivar las bombas.
A esta altura, pareciera que Los pichiciegos (1983) de Fogwill1 debería ser una cita obligada, pero lo único que comparten ambas narraciones es la geografía del encierro. En la novela de Fogwill el diálogo entre “los pichis” es una pieza central sobre la que se construye el relato; en Trasfondo pareciera no haber ningún tipo de comunicación posible: la impotencia técnica de la guerra trasladada a lo interpersonal. Acá no hay cinismo, sólo frustración e incapacidad.
La comparación que sí me resulta interesante es esta: en Las islas de Gamerro el foco está puesto en un trasfondo confuso de teorías incomprobables que se vuelven un espacio habitable; en la novela de Ratto, por el contrario, las distintas versiones sobre lo que ocurre en el mundo exterior parecen siempre ilusorias y la percepción del protagonista es puro —y desolador— presente. Se recomienda leerla en días soleados para evitar que este disfrutable bajón sea absoluto.
Artista invitadx
Manuel Depetris es un historietista, docente y pintor oriundo de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Sus obras incorporan reimaginaciones tanto de iconografía patria como de la cultura pop que nos atraviesa. Publicó los libros ¿Qué clase de casa es esta?, Las buenas costumbres y Contemplación y reaprendizaje del escenario, además de historietas breves en diferentes antologías. Desde 2014 coordina su taller de dibujo y pintura en Rosario, donde reside.
Una recomendación de la casa
Y hablando de geografías del encierro, de yapa, les invito a descubrir Brutas: un podcast que intenta recuperar el teatro a través de lo sonoro. Ocho capítulos. Ocho historias que proponen un encuentro con el encierro como condición de existencia. A veces es elegido, a veces es impuesto, a veces es ficticio, pero siempre es desolador, brutal y feroz. Brutas funciona mediante suscripción. Estrena el 7 de abril.
Agenda
1/4 - 20hs: Sofía Viola (Música)
@ CApEC (Belgrano 547, Tilcara, Jujuy). Entrada: $6002/4 - 14 a 20hs: Festival Malvinas Nos Une (Actividades varias)
@ Tecnópolis (Av. de la Salle 4500, Villa Martelli, PBA). Entrada: Libre y gratuita2/4 - 9 a 15hs: TransCopy: Seminario sobre la poética mutante y subversiva de Copi (Teatro)
@ CCyC La Vieja Usina (Gregoria Matorras de San Martín 861, Paraná, Entre Ríos). Consultas e inscripción: velozotovio001@gmail.com2/4 - 20hs: Biloba + Ire Paz + Ruido y fantasía + Poly Pole (Música y expo)
@ Multiespacio Korova (Paraguay 4667, CABA). Entrada: $3002/4 - 18hs: Presentación del libro “Arte y Educación en las infancias” del grupo Pim Pau
@ Centro de Expresiones Contemporáneas (Paseo de las Artes, Rosario). Entrada: Libre y gratuita2/4 - 21hs: Impros Mínimas con Sergio París (Teatro)
@ Nave Cultural (Las Cubas 201, Mendoza). Entrada: $5002/4 - Simona en Fiesta Nasty (Música)
@ Comuna Club (Colon Extremo Sur y Ruta 3, San Luis). Entrada: $5003/4 - 19.30hs: El Padrino -Edición 50° Aniversario- (Cine)
@ Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551, CABA). Entrada: $2003/4 - 17hs: 40 años de Malvinas - Paseo interpretativo guiado por los grandes hitos malvinenses
@ Monumento a los caídos (Puerto Madryn, Chubut). Entrada: Libre y gratuita3/4 - 20.30hs: Ivonne de Witold Gombrowicz (Teatro)
@ TIMBRe 4 (Av. Boedo 640, CABA). Entrada: $1000
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Santiago 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó eventos culturales y programó y presentó ciclos de cine. Supo tocar la batería y componer junto a las bandas Efecto Amalia y Gente conversando. Actualmente forma parte de la banda de Ire Paz. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro.
Dato fuera de contexto: Fogwill era publicista y es autor del famoso slogan “El sabor del encuentro”, pensado originalmente para una tabacalera y luego apropiado por la cervecería Quilmes. Si llegaste hasta acá, de nada.