Entre el budismo y la guerrilla bacteriológica
El caso Aum Shinrikyō, la secta apocalíptica que aterrorizó Japón
Mitos de la luz
Cuando pensamos en Japón una de las primeras imágenes que se nos aparece en la cabeza son esas esquinas de la ciudad de Tokio, inundadas por una marea humana que viste de traje y de rostros solemnes y que fluye de forma hipnótica y ordenada; una sociedad atravesada por desarrollos tecnológicos de vanguardia dentro de ciudades que funcionarían como escenario ideal para cualquiera de las fantasías cyberpunk de William Gibson o Pat Cadigan.
Como reverso, como contrapunto, o tal vez como sostén de esta cosmovisión tan pragmática y desarrollista, la sociedad japonesa está intrínsecamente atravesada por una fe religiosa cuyas liturgias y doctrinas fueron variando a lo largo de los años. Dentro de la oferta espiritual que puede encontrarse en tierras niponas es probable que la más arraigada a una identidad nacional local sea el Shintō, un fenómeno particularmente fascinante.
Según dicen, al caminar por las calles de cualquier urbe japonesa uno puede toparse con pequeños santuarios o altares dispuestos en casi cualquier rincón —o sea, en el lugar que haya espacio— donde hasta el más parco de los oficinistas o el más descontracturado de los neo yuppies de las fintech no tiene ningún prurito en arrodillarse a rendir culto. Su origen puede rastrarse hasta las creencias de los pueblos nativos que habitaban la isla y su objeto de adoración no es otro que la naturaleza.
Uno de los aspectos más llamativos del Shintō es que se trata de una religión sin grandes dioses ni doctrina ni una autoridad central que baje línea alguna. Su objeto de veneración principal son los kamis, entidades sobrenaturales que habitan dentro de todas las cosas, creencia ligada necesariamente a una concepción animista del universo, tendencia espiritual tan antigua como el Tiempo que se manifestó en distintas expresiones alrededor de todo el mundo durante los albores de la civilización.
Los primeros textos que hacen alusión al Shintō datan aproximadamente del año 300 a.C. aunque el poema del origen que cristalizó estas creencias haya visto la luz casi mil años más tarde. Estoy hablando del Kojiki —cuya traducción literal sería “registro de asuntos antiguos”—, que además de condensar leyendas y tradiciones orales de la época establece por primera vez el origen cosmogónico de los kamis, un poco en la línea de lo que sería el Popul Vuh para el pueblo quiché o el Enûma Elish para los sumerios.
Como resultado de ese impulso globalizador oriental que fue la ruta de la seda, durante el S. VI otra gran corriente espiritual empezó a hacer mella en el pueblo japonés e incluso a hibridarse con el Shintō originario para generar nuevas y sincréticas variables: el budismo. Como es popularmente sabido, esta religión nació en la India a raíz de las enseñanzas de Siddhartha Gautama, mejor conocido como el Buda. La cuestión es que la variante que llegó a Japón venía a su vez con su propia carga sincrética, ya que se trataba del budismo chino.
El budismo chino se caracteriza por haber mezclado la doctrina budista tradicional —la superación del sufrimiento y la ignorancia a partir del autoconocimiento, etc— con los principales conceptos que se desprenden del taoísmo, escuela filosófica que busca enseñar cómo vivir en armonía con el Tao, que podría definirse como el orden natural del universo o “el camino” en sus traducciones más literales.
Bueno, la cuestión es que todo este mejunje dio a luz a una nueva forma de sincretismo institucionalizado: Shinbutsu-shūgō, un intento japonés de preservar su religión nativa ante el avance del budismo. Y esto me parte completamente la cabeza, porque para fines del S. XIX tuvo lugar la así llamada Restauración Meji, que con un enfoque nacionalista promovió la separación del Shintō y el budismo al considerar que ambas creencias se estaban contaminando mutuamente, para luego impulsar la absoluta erradicación del budismo de la isla como forma de combatir formas de influencia extranjeras. De más está decir que la cosa mucho no prendió y hasta el día de hoy la mayoría de las prácticas litúrgicas japonesas reflejan este sincretismo.
Teniendo en cuenta el sobresimplificado devenir de estas tradiciones que hemos mencionado: a que no adivinan qué puede llegar a pasar si a toda esta mezcla le sumamos una pizca de cristianismo apocalíptico, dentro de un clima milenarista propiciado por el advenimiento del Y2K. Nada puede malir sal, ¿verdad?
Sí, ya sé lo que están pensando; a mi alrededor muchas personas me vienen diciendo que si sigo metiéndome en estos temas en cualquier momento voy a terminar adentro de una secta, o peor, fundando la propia. Lo que me hizo pensar, ¿cómo sería esa secta? Yo creo que una pizca de ufología tiene que tener, pero sin la parte crística que le metieron los de Heaven’s Gate, ¿no? Ya es demasiado. Me copa más algún mambo pagano nórdico, aunque ahora todo lo nórdico lo capitalizaron las nuevas derechas y… pará, ¿en qué estaba? Ah, sí, eso: Mate se sostiene gracias a tus aportes y si querés que sigamos poniendo en juego lo que queda a esta altura del año de nuestra endeble estabilidad psíquica, pasá por somosmate.ar y dejá unos morlacos pa’ que sigamos creciendo hasta más allá del universo conocido 🪐
Tokio Mon Amour
El 20 de marzo de 1995 la ciudad de Tokio amaneció inmersa en una gran conmoción. Según comunicaban los medios, acababa de tener lugar el acto de terrorismo doméstico más desgarrador y desconcertante de la historia de Japón. En un ataque coordinado de cinco focos, los perpetradores habían liberado gas sarín en las distintas líneas de subte de la ciudad. Como resultado, 13 personas murieron, más de 50 fueron internadas y otras 1000 sufrieron secuelas, con problemas de visión como principal síntoma.
Al instante, por una cuestión de antecedentes y modus operandi, saltó la ficha de quién estaba detrás de todo esto: la congregación de una nueva religión japonesa de nombre Aum Shinrikyō —que en sánscrito significa “verdad suprema”—, con su líder Shōkō Asahara a la cabeza. Tras el incidente, la fiscalía salió a decir que este había sido un intento de golpe de estado, donde los miembros de Aum tenían como objetivo derrocar al gobierno para instaurar a Asahara como Emperador de Japón. Por otro lado, la policía decía que este era un intento del grupo por acelerar lo que ellos consideraban un apocalipsis inminente. ¿Cómo llegamos hasta acá? Poné el agua que te cuento.
Podemos empezar por decir que Japón es un país que, hasta ese momento, no contaba con un historial de ataques domésticos a tal punto que ni siquiera tenía un protocolo establecido para lidiar con una situación semejante. Uno de los pocos casos previos fue el del Ejército Rojo Japonés, una organización armada marxista-leninista que operó de forma aislada e intermitente entre 1970 y 2001 —un poco en la línea errática del Symbionese Liberation Army al que se unió por esas épocas Patty Hearst—, pero la mayoría de sus intervenciones habían tenido lugar fuera del país.
Digamos, pues, que Japón se encontraba atravesando un período de aparente paz social y prosperidad, aunque con el trauma atómico de la Segunda Guerra Mundial todavía bastante fresco. Más allá del impacto de Hiroshima y Nagasaki en la cultura pop local, con Godzilla (1954) como ejemplo paradigmático —si ven la original se parece más a un drama bélico que a una película de aventuras— y la consolidación del género kaiju como cristalización de la paranoia nuclear, había una buena porción de la población que consideraba la derrota en la guerra y la posterior adhesión al moderno modelo capitalista global como una traición a los valores tradicionales de la patria.
Ah, sí, tampoco podemos dejar de mencionar el impacto psicológico que tuvo en la población japonesa el enterarse sobre los experimentos humanos que su país realizó durante la guerra (y en nombre del progreso) como parte del programa Escuadrón 731. Allí se llevaron a cabo un sin fin de experimentos científicos realmente inenarrables (googleen bajo su propio riesgo) con el desarrollo de armas bacteriológicas como uno de los objetivos principales. Y esto un poco me hiela la sangre: los deshumanizados sujetos de estudio fueron en su mayoría de origen chino, en un acto racista y genocida, en su mayoría prisioneros de la segunda guerra sino-japonesa.
Dentro de este complejo caldo de cultivo, en la ciudad de Tokio, apareció un muchacho de semblante taciturno llamado Chizuo Matsumoto que desde pequeño tuvo un interés particular por la magia y por las percepciones extrasensoriales. En su juventud, durante los años ‘70, se dedicó al estudio de la acupuntura y de la medicina china tradicional. Abrió su propia clínica y ejerció sus ancestrales saberes hasta que un buen día la policía lo terminó arrestando por vender medicina no regulada y por ejercer la labor farmacéutica sin la licencia correspondiente.
Dicen que a partir de ese momento Matsumoto se sintió traicionado por las autoridades y las instituciones japonesas por no respetar los antiguos saberes tradicionales a través de los cuales él estaba intentando hacerle un bien a este mundo moderno que parecía haber olvidado los valores espirituales de antaño. Es entonces que, con el objetivo de reforzar sus propias percepciones místicas, empezó a obsesionarse con la religión.
En un comienzo, su principal interés rondaba el taoísmo y la astrología china, con el fin de establecer una base intrínsecamente oriental, pero rápidamente este muchacho empezó a crear su propia hibridación de conceptos religiosos. Para terminar de darle forma a esta particular composición sincrética, Matsumoto sumó ideas y motivos que venían del budismo esotérico, del Shinto, del hinduismo, del cristianismo esotérico, del ocultismo occidental en general y de las escuelas locales de meditación y yoga.
Fue durante este profundo despertar religioso que Matsumoto decidió cambiar su nombre por el de Shōkō Asahara y transformó sus renovadas percepciones espirituales en dogmas y doctrinas para fundar su propia organización religiosa. En el año 1984 nació Aum Shinsen no Kai, que podría traducirse como Asociación de Magos de la Montaña Inmortal —qué tan en una se puede estar— y que funcionó como precuela de lo que pocos años después pasó a llamarse Aum Shinrikyō.
En el año 1989, de la mano de una lavada de cara monumental que incluyó el cambio de nombre, Aum Shinrikyō fue declarada legalmente como religión en Japón, lo que resulta un tanto llamativo ya que por esos años andaban circulando unos panfletos bastante particulares para atraer nuevos miembros. Con Asahara como ejemplo, el material de propaganda de Aum aseguraba al lector que con un par de meses dentro de la organización iba a lograr desarrollar poderes extrasensoriales y visitar la cuarta dimensión gracias a la meditación y la introspección.
Claro, casi me olvido: en el año ‘85 el bueno de Asahara había salido a decir que podía levitar, y que con el debido tiempo de entrenamiento en cualquier momento lo iban a ver sobrevolando Tokio con total libertad. Entre los miembros también se decía que el tipo podía ver a través de las paredes —acá alguien leyó cómics de superhéroes, no me jodan— y que tenía la costumbre de meditar debajo del agua, sin salir a respirar, durante más de 6 horas.
Con este prontuario, y con un clima convulso de fin de siglo que alimentaba las paranoias alrededor de la llegada del año 2000, no es de extrañar que Asahara terminara por declarar que él y ningún otro era la encarnación de Cristo en la Tierra y que el Apocalipsis estaba a la vuelta de la esquina. Sí, medio que todos terminan en esta, desde Jim Jones en Guyana o el Maestro Mehir en nuestras sierras de Córdoba. El pire crístico no se le niega a nadie, parece ser.
Es por estas épocas que desde lo más alto de Aum empieza a bajar una línea peligrosa que podríamos resumir en: “se viene el fin del mundo y todos los que no sean parte de Aum están condenados a pasar el resto de la eternidad ardiendo en el Infierno, EXCEPTO que la vida de un no-miembro sea arrebatada por un miembro de Aum, en ese caso está salvado”. La muerte como expiación y los cultores de Aum como mano derecha de Dios, tranqui la cosa.
A esta altura la secta ya contaba con un florido historial de acciones violentas pero que no habían podido ser rastreadas hasta ellos. En su mayoría se trataba de una persecución sistemática a opositores y críticos público de Aum, que habían intentado llevar a la organización a juicio por coerción, reducción a la esclavitud, etc. En estas primeras acciones violentas individuales también aprovecharon para testear sus tan preciadas armas químicas caseras. Como caso paradigmático tenemos el asesinato del abogado Tsutsumi Sakamoto y su familia, un tipo que estaba dedicando su vida a perseguir legalmente a la organización y se convirtió en una víctima ejemplar.
Claro que la violencia fue escalando y escalando, los intentos de homicidio a figuras que salían a hablar en contra de Aum se multiplicaron (aunque pocos fueron efectivos) y dentro de la organización se empezó a correr la bola de que si el Apocalipsis no empezaba pronto, era hora de darle un empujoncito. Ah, claro, me olvidaba: a todo esto, Asahara había dado un discurso en la Universidad de Osaka en el 1992 —qué rector habrá dado el visto bueno a este delirio, por favor— donde aseguraba que el holocausto nuclear era inminente y que iba a tener lugar en Medio Oriente entre 1997 y 2001. Ja, también me olvidé de mencionar que uno de los ídolos máximos de Asahara era Nostradamus, pero se ve que el japonés no aprendió la gran lección de este profeta: nunca arriesgar años ni ser demasiado específico. Eso sólo le salió bien a nuestro Parravicini.
La cosa es que, en esta línea, Aum Shinrikyō se dispuso a planear su más grande atentado hasta la fecha: un ataque estratégico a la boda del príncipe Naruhito con gas botulinum. ¿Cuál era el objetivo último de esta brillante intervención? Asesinar a la mayor cantidad de invitados posible, culpar a los Estados Unidos, desencadenar así el tan ansiado holocausto nuclear y, como frutilla del postre, sentarse tranquilos a meditar y ver el mundo arder. Con el diario del lunes sabemos que tan bien no les salió: parece ser que midieron mal el compuesto y al liberar el gas no surtió ningún efecto.
Lejos de desmotivarse, los miembros de Aum incorporaron la experiencia como una enseñanza de cara a sus próximos atentados y empezaron a tomarse más en serio la investigación de armas químicas y bacteriológicas. De hecho, por esas épocas intentaron contaminar con anthrax el sistema de distribución de agua de la ciudad, cosa que tampoco funcionó. Con el desarrollo de gases letales les fue un poco mejor, hay que decirlo, y así es como llegamos al primer gran ataque con gas sarín en 1994.
A este atentado se lo conoce como el Incidente de Matsumoto y consistió en la liberación de gas sarín desde un camión de refrigeración estacionado en las calles de la ciudad. El ataque se cobró 8 muertos y funcionó como antesala para el trágico final de esta historia que ya hemos mencionado: el ataque con gas sarín en el subte de Tokio en 1995. Se dice por ahí que la razón del ataque fue que un informante había notificado a Asahara sobre que se venía un allanamiento policial en la central de Aum, por lo que no tuvo mejor idea que desplegar un atentado para “distraer la atención que la policía tenía sobre el grupo”. Medio que le salió exactamente para el otro lado.
Tras el atentado, todo predio e instalación asociado a Aum Shinrikyō fue allanado a lo largo y ancho del país, donde la policía descubrió una larga lista de delirantes ítems que incluían: armas de fuego, explosivos, cultivos de ébola, anthrax, un helicóptero militar Mil Mi-17 de origen Ruso y material de laboratorio con restos de sustancias psicoactivas, como LSD y metanfetaminas. Uno se preguntará, ¿y por qué el helicóptero? Parece que el plan que la organización no llegó a ejecutar era el de sobrevolar Tokio para arrojar gas sarín desde arriba.
Chizuo Matsumoto, mejor conocido como Shōkō Asahara, no sólo fue llevado a juicio sino que terminó por confesar sus crímenes e intenciones, a pesar de que Aum seguía funcionando y desde sus departamentos de relaciones públicas negaba toda implicancia en esta amplia sucesión de hechos delictivos. Luego de un extenso proceso judicial, Asahara fue condenado a muerte en el año 2004 y, tras demoras varias, fue ejecutado por ahorcamiento la mañana del 6 de julio del año 2018.
Como material adicional a esta fatídica historia, recomiendo mucho el documental A (1998), que muestra imágenes exclusivas desde el interior de la secta durante los primeros juicios a Asahara y toma como protagonista a Hiroshi Akari, vocero de Aum que con 28 años salía a defender lo indefendible a capa y espada; años después se estrenó A2 (2001), como secuela que registra el proceso de disolución de la organización. También hay que decir que, ante el caso, el popular novelista japonés Haruki Murakami sacó a relucir su lado periodístico a la hora de publicar Underground (1997), libro construido a partir de una serie de entrevistas a partes afectadas en una búsqueda alejada del sensacionalismo mediático que marcó la cobertura del ataque.
A modo de epílogo, hay que decir que Aum no sólo nunca dejó de existir sino que se transformó y siguió sumando adeptos. En el año 2000 la organización pasó a llamarse Aleph —perdón Jorge Luis— y, como siempre, niega cualquier implicancia de Aum en los atentados que se le imputan. Desde su origen, Aleph es considerada legalmente “una amenaza para la sociedad” y está bajo constante monitoreo. Como si fuera poco, un ex vocero de Aum se abrió de Aleph para fundar su propia comunidad religiosa: Hikari no Wa, “El Círculo de la Luz”, cuyo humilde propósito es unir a la ciencia y a la religión para crear “una nueva ciencia de la mente humana”.
Y así concluye esta nueva entrega de “espiritualidad y confusión”.
Espero que la hayan disfrutado.
¿Moraleja?
Si alguien te dice que es la reencarnación de Cristo, caminá para el otro lado ✞
Agenda
11/11 - 22hs: After Chabón -Homenaje a Sumo- (Música)
@ Tío Bizarro (Carlos Pellegrini 878, Burzaco, PBA). Entrada: $1000.11/11 - 21hs: Bardo Carnal (Teatro)
@ Sala Micelio (Valparaíso 520, Rosario, Santa Fe). Entrada: $800.12/11 - 20hs: Inauguración Legrand // Valdés en vivo (Música)
@ Legrand (Ex Selina Hotel) (San Lorenzo 163, Córdoba). Entrada: $1000.12/11 - 19hs: Los profesionales (1966) de Richard Brooks (Cine)
@ CCK (Sarmiento 151, CABA). Entrada: Gratuita.12/11 - 18hs: Yuna soy yo (Teatro)
@ Espacio 44 (Av. 44 N° 496 entre 4 y 5, La Plata, PBA). Entrada: $1200.12/11 - 23.50hs: Asesinos Cereales (Música)
@ Salón Pueyrredón (Av. Santa Fe 4560, CABA). Entrada: $800.
¡Eso es todo, amigxs!
Gracias por compartir este viaje por el cosmos de nuestra cultura.
Por las dudas, vamos con un poco de data que nunca está de más aclarar:
Mate es un medio autogestivo que depende de tus aportes y que busca ofrecer progresivamente más formatos, más contenidos, más todo. Contamos con tu aporte, sea por única vez o una suscripción mensual, en somosmate.ar.
Mirá Mate News todos los lunes y jueves a las 20 con Ivana Szerman.
Los viernes a la misma hora nos encontramos en vivo para repasar la semana.
Además tenemos otros espectaculares newsletters, como:
Mate Mundi: El recorrido internacional de la semana y todos los memes sobre lo inepta que es la ONU de la mano de Viole Weber. Suscribite acá.
Alto ahí: El newsletter sobre abusos policiales y violencia de género de Agus Colombo. Suscribite acá.
Y si éste te gustó compartilo en tus redes.
¡Ah! Seguinos, suscribite, danos like. Estamos en Instagram, Twitter, TikTok, Twitch, YouTube y sí, también Facebook. Más instrucciones que “La Macarena”.
Te queremos. Por esto y por todo, gracias.
Santiago 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó eventos culturales y programó y presentó ciclos de cine. Supo tocar la batería y componer junto a las bandas Efecto Amalia y Gente conversando. Actualmente forma parte de la banda de Ire Paz. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro.