Historias de Nueva York
De las internas de Jabad-Lubavitch y el acercamiento de Javier Milei
¡Los esperamos el domingo! Realmente no falta nada. Nos vemos este domingo 27/10 desde las 19hs en La Paz Arriba para presentar Las fuerzas del cielo.
La entrada es gratuita y la capacidad es limitada, así que sugerimos llegar a tiempo. Sorpresas no faltarán.
Para honrar este lanzamiento, hoy vamos con una historia acorde. De paso, se sugiere leer (o repasar) esta edición anterior a modo de precuela.
Que lo disfruten.
El mesías de Schrödinger
Una sinagoga con las paredes descascaradas. Un puñado de espectadores que luce vestimentas ortodoxas contempla mientras los martillazos revelan un túnel aledaño. La policía interviene burocráticamente, cubre los agujeros con telas blancas y marca un perímetro con una cinta amarilla. Uno a uno, jóvenes ortodoxos son extirpados del túnel para ser arrestados, lo que transforma la efervescencia de la multitud en violencia física. Golpes y van y golpes vienen entre fieles y policías. La situación se pone particularmente violenta cuando se evidencia imposible impedir la misión que trajo a la policía hasta allí: sellar para siempre aquel túnel para hacerlo intransitable. Vuelan objetos y también insultos. El percance concluye con nueve arrestos y un video que se viraliza alrededor del mundo, catalizador para múltiples interpretaciones y toda teoría conspirativa antisemita posible.
Por supuesto, detrás de este hecho no hay ningún maquiavélico plan de control mundial ni exageradas estratagemas para construir un nuevo Sion en la Patagonia, sino uno de los más tradicionales conflictos del ser humano: una interna. Parece que esta disputa entre distintos sectores de la congregación de Jabad-Lubavitch se remonta hasta 1994, año en que falleció Menachem Mendel Schneerson, su séptimo y último rebe.
Desde entonces, no se ha llegado a un acuerdo sobre quién debería ser su sucesor, por lo que la organización opera en base a emisarios que actúan como una extensión de los designios de su difunto líder. Como suele ocurrir, ante los diversos grises que la indecisión propicia surgió un pequeño grupo que asegura que el rebe es el verdadero Mesías y que en realidad nunca murió, por lo que continúan hablando de él en tiempo presente.
Uno de los últimos deseos del rebe en este plano parece haber sido la expansión de la “770”, la sinagoga localizada en Crown Heights, Brooklyn, que oficia como sede central del movimiento. Ante la falta de voluntad de los actuales líderes para cumplir con tal orden, un grupo de jóvenes mesiánicos, frustrados y envalentonados, decidió tomar el asunto en sus propias manos. Al cumplir esta tarea, la búsqueda última no era otra que la redención más pura.
Menachem Mendel Schneerson marcó de forma tan profunda la vida de su congregación que su sombra todavía se cierne sobre ella y tiene el poder de dirigir los destinos de sus más fieles seguidores aún desde su tumba, la cual se transformó en un sitio de peregrinación. Durante su vida muchos esperaban que el rebe fuera revelado como el verdadero mesías y, a pesar de ser una posición minoritaria, esta deriva mesiánica generó un sinfín de controversias tanto hacia adentro como hacia afuera de Jabad-Lubavitch.
Tal nivel de influencia puede explicarse por la forma en que vivió, política y espiritualmente al servicio de su movimiento. A través de su prédica, su carisma y su fino trabajo de relaciones públicas, Schneerson logró transformar a Jabad-Lubavitch en un movimiento global. Envió emisarios a ciudades de todo el mundo, mientras en el plano local forjaba lazos estrechos con algunas de las figuras políticas más influyentes de la historia estadounidense, como Ronald Regan o Richard Nixon.
Otro de sus vínculos más notables fue el que sostuvo con Benjamín Netanyahu, con quien solía sostener largas charlas sobre el futuro de Israel. Este hecho resulta de particular interés si tenemos en cuenta que durante mucho tiempo Jabad-Lubavitch se pronunció como un movimiento anti-sionista, al igual que muchas otras organizaciones jasídicas. Basado en preceptos religiosos, el jasidismo ortodoxo veía el establecimiento de un estado judío antes de la llegada del Mesías como una afrenta a la voluntad divina. Según su interpretación, la soberanía judía sobre la tierra de Israel sólo debía producirse por intervención divina y no mediante esfuerzos políticos.
La posición de Jabad se transformó, justamente, de la mano de Schneerson, quien reconoció la realidad práctica de un estado de judío y apoyó su establecimiento y consolidación, sobre todo en materias de defensa y seguridad. De cualquier forma, el rebe continuaba creyendo que la verdadera redención de Israel llegaría de la mano del mesías. El alineamiento surgió en tiempos donde el sionismo, de origen secular, había virado hacia una versión cada vez más religiosa; una fusión entre el estado moderno y la tradición que interpelaba particularmente a los miembros de Jabad-Lubavitch.
Este enfoque integrador, lejos de las posiciones aislacionistas de otros grupos jasídicos, también se reflejaba en la relación del rebe con el mundo empresarial. Su habilidad para conseguir financistas e inversores le permitió construir una gran infraestructura global que incluye una red de escuelas, sinagogas y organizaciones benéficas que llevan el sello de la Jabad. La facilidad de Schneerson para atraer a filántropos millonarios y mantener relaciones con líderes de diversas industrias fue clave para esta expansión.
Al día de hoy, treinta años después de su muerte, el legado del rebe sigue despertando controversias y la posibilidad de que haya sido (o sea) el mesías que su pueblo espera hace tanto tiempo sigue latiendo en los corazones de una facción pequeña pero intensa. Bajo la creencia de que rezar junto a su tumba, en el Ohel, acelera la llegada de las plegarias a su destino divino, este sitio sagrado es visitado por más de 400.000 personas al año. Una de ellas, casualmente, es nuestro presidente.
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Una cosa llevó a la otra
El lunes 1 de julio de 2024, las pantallas del CCK resplandecieron con múltiples imágenes que retrataban la vida y la obra de Menachem Mendel Scheerson. Se trataba de un homenaje a 30 años de su fallecimiento; una jornada para que todos sus seguidores de este rincón del sur global pudieran rendirle tributo en comunidad.
La ceremonia estuvo a cargo del rabino Tzvi Grunblatt, director de Jabad-Lubavitch Argentina, a través de cuyas palabras se honró la memoria y el legado cultural del rebe. Además de la participación estelar de una orquesta especializada, el encuentro contó con la presencia de figuras como el embajador de Israel Eyal Sela, el presidente de la AMIA Amos Linetzky y el empresario Eduardo Elsztain, entre muchas otras. Sin haberse anunciado y oculto en una de las bandejas de la sala, también estaba el presidente Javier Milei.
Lo cierto es que el interés de Milei por acercarse a las costumbres y tradiciones del judaísmo, y en particular a las de este movimiento jasídico, fue un hecho medianamente reciente que escaló con rapidez. Corría el año 2021 y Javier Gerardo se encontraba un tanto contrariado ante un puñado de acusaciones de antisemitismo que habían surgido a partir de los dichos y acciones de algunos de sus seguidores. El caso paradigmático fue el de Pablo Ansaloni, referente del Partido Fe y entonces candidato a diputado por La Libertad Avanza, que había asegurado al pasar que “los judíos no tienen patria”.
Para enfrentar esta situación, Javier invitó a charlar a Julio Goldestein, dirigente del MID cercano a la colectividad judía. El particular escenario donde tuvo lugar esta conversación fue el salón de un hotel donde el economista se estaba quedando como antesala a una nueva función de la obra El consultorio de Milei. Allí, Goldestein le ofreció contención ante estas acusaciones que lo preocupaban y le dijo que tenía a alguien para presentarle.
Goldstein llamó a Tomás Pener, director del Movimiento Betar en Argentina —organización juvenil sionista cercana a Nentanyahu—, que a su vez llamó a Axel Wahnish, rabino jefe de la comunidad judeomarroquí local (ACILBA), quien aceptó reunirse. Según el propio Goldestein, allí presente, ambas partes intercambiaron pareceres durante un largo rato y todo concluyó con un encuentro cabalístico donde el rabino determinó que Javier Milei encabezaría un movimiento liberador en Argentina. “Milei salió de esa reunión emocionado”, declaró Goldestein, y como para no. Desde ese día, Axel Wahnish se transformó en su guía espiritual.
Durante los siguientes años, Javier Milei construyó vínculos con otras ramas del judaísmo, sobre todo con la Jabad-Lubavitch. Una de las figuras claves en este acercamiento fue el economista Darío Epstein, organizador de eventos como el Latam Economic Forum, quien colaboró especialmente para integrar a Milei dentro de estos círculos. Así fue cómo el actual presidente hizo buenas migas con influyentes personajes, desde el mismísimo rabino Grunblatt hasta el empresario Eduardo Elsztain, presidente de IRSA y dueño del Hotel Libertador, donde Milei habitó más de la cuenta y mantuvo reuniones cuyos detalles nunca conoceremos durante las primeras semanas de su presidencia.
Quien advirtió prematuramente que la cosa podía no salir del todo bien fue Carlos Maslatón, preocupado porque Milei estuviera interesado por una interpretación exclusivamente religiosa del judaísmo. Mientras aún manteían una relación cercana, Maslatón le obsequió a Milei un ejemplar de Historia de los judíos del historiador Paul Johnson, con la intención de ampliar su visión hacia una percepción comunitaria y cultural del judaísmo, no sólo religiosa. Por supuesto, este esfuerzo fue en vano, ya que su autopercepción de predestinación mística no hizo otra cosa que profundizarse.
“Milei me dijo que hablaba con el Todopoderoso y me dijo que le dio la orden a él de pelear para que Argentina sea un país liberal. ¿Cuál fue mi respuesta? Qué interesante. ¿Qué le voy a decir? Ahí entró en una etapa mesiánica”, contó Maslatón cuando todavía formaba parte de La Libertad Avanza.
En esta misma línea, desde una perspectiva judía laica se suele considerar que el jasidismo, y en particular el movimiento Jabad-Lubavitch, son una desviación ya que el judaísmo no cree en idolatrías ni en la magia, por lo que rezarle a la tumba de un presunto mesías con el objetivo de obtener resultados en el mundo profano no estaría particularmente bien visto desde esta cosmovisión. Mientras tanto, Javier Milei ya lleva cuatro visitas al Ohel, donde descansan los últimos dos rebes de Jabad-Lubavitch. La última fue en septiembre de este año, cuando asistió a la Asamblea General de la ONU en la ciudad de Nueva York.
Como para quedarnos tranquilos sobre las perspectivas de futuro de nuestra nación, Julio Goldestein recuerda una charla que mantuvo con el presidente sobre las enseñanzas económicas de la Torá: “Yo le decía que el primer proyecto económico está ahí y lo hizo Joseph cuando ve en Egipto siete años de vacas flacas y siete años de vacas gordas, para entender los ciclos económicos”.
¿Quién lo hubiera dicho? Tal vez lo único que necesitábamos todos estos años era un ajuste inspirado en las sagradas escrituras.
¡Eso es todo, amigxs!
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Santi 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Edita libros y produce eventos como parte de Criolla Editorial. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó varietés culturales y programó y presentó ciclos de cine. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro de ficción. El año pasado publicó Picnic sideral: Algo en qué creer, una selección mejorada de los mejores newsletters del 2022, en una co-producción entre Mate y Criolla.