Origen de un misterio
Corrían los años ‘60 y, con la obsesión atómica desencadenada a partir de la Segunda Guerra Mundial, la popularidad de las revistas de ciencia ficción se encontraba en su auge. Además de ensayos críticos y adelantos de libros por venir, lo más jugoso de cada edición estaba en una selección de cuentos cuyo repertorio de autores iba variando de mes a mes.
Como signo de época, también era variado el espectro ideológico de dichos autores ya que algunos suscribían al macartismo cultural que la Revolución Cubana había reavivado en el ‘59 y otros esgrimían posiciones progresistas o precavidamente de izquierda. Aparentemente cercano a este último grupo, empezó a aparecer dentro de la selección mensual un nombre prácticamente impronunciable: Cordwainer Smith.
Sus relatos eran fácilmente distinguibles por varias particularidades. Para empezar, sus protagonistas siempre funcionaban como representación de un pueblo que, por cuestiones de geopolítica intergaláctica, era oprimido en manos de otro más poderoso y el foco y la empatía operaban siempre a favor del oprimido.
Otro rasgo inconfundible era su estilo de narración clásica que renunciaba a las construcciones modernas que estaban de moda por esas épocas; en lugar de arrancar sus relatos in medias res estaba mucho más cerca del “Había una vez..:”. O sea, Smith había optado por una narrativa pre-cervantina; una retórica mítica que le restaba importancia a la tan vanagloriada autoconciencia.
Si en una de esas, de casualidad, venías leyendo todos los cuentos del tipo que se publicaban en la Minotauro o en El Péndulo era probable que eventualmente caigas en la cuenta del por qué de esa elección narrativa. Los personajes y los planetas se repetían. Los protagonistas (y su descendencia) no lo eran de un solo relato sino de varios, interconectados por una gran Historia macro de un universo futuro que sólo estaba completa para el autor. Al lector le eran entregadas las piezas de un rompecabezas para que intentara encajarlas en una cronología que iba desde la posguerra (1945) hasta el año 14.000 d.C; ciclos históricos de un futuro posible para armar.
La acumulación de todos estos rasgos empezó a suscitar interés alrededor del autor y sucedía que cuando alguien intentaba dar con sus datos biográficos, la ficha siempre estaba en blanco. Con vocación detectivesca ante el evidente pseudónimo, muchos empezaron a teorizar sobre de qué otro autor prestigioso podía llegar a tratarse. La verdad sólo se supo al momento de su muerte. La sorpresa fue absoluta cuando se reveló que detrás de Cordwainer Smith estaba Paul Linebarger, politólogo, profesor universitario y oficial del Ejército de los Estados Unidos, con conexiones cercanas a las más altas esferas del poder y los servicios de inteligencia.
Bueno, agarrense fuerte porque la biografía de este ser humano es realmente una demencia: Paul Linebarger nació en Wisconsin en 1913. Su padre era un abogado que por esas épocas andaba de juez en Filipinas, país al que se había mudado junto a su esposa. Meses antes de la fecha estimada para el nacimiento del pequeño Paul, la pareja decidió que el parto debía tener lugar en tierras estadounidenses con el humilde objetivo de que su hijo algún día pudiera ser elegido Presidente de los Estados Unidos. Arrancamos tranqui.
Como si fuera poco, en sus viajes el padre de Paul había hecho muy buenas migas con Sun Yat-sen, reconocido como el “Padre de la Nación China” al haber sido una de las figuras centrales en el derrocamiento de la dinastía Qing en 1912, hecho revolucionario que abrió el camino para la consolidación de la China moderna. Por esta razón, al momento de nacer el pequeño Paul, Sun Yat-sen se convirtió en su padrino.
Ya en su juventud, su padre solía asegurar que había criado a su hijo “para que fuera Presidente de los Estados Unidos” y luego se diría por ahí que el tipo “no tenía nada que envidiarle a ningún Kissinger”. Durante toda su vida fue impulsado a profundizar en diversos saberes y estudios académicos, por lo que terminó con un doctorado en Derecho, otro en Letras, un título de politólogo y estudios varios alrededor de la psiquiatría y la historia mundial.
Víctima de la vocación diplomática de su padre, su etapa formativa estuvo signada por la relocalización constante entre diversos países de Asia y Europa, con breves intersticios en su norteamérica natal, por lo que terminó pasando por más de 30 instituciones educativas. Este carácter de ciudadano del mundo se combinaba con una idiosincrasia típicamente china de la que su familia no sólo no renegaba sino que estaba orgullosa, habiendo transitado in situ la revolución y posterior independencia del gigante asiático.
Todo este mejunje formativo transformó a Linebarger en un cuadro ideal para los servicios de inteligencia estadounidenses que veían en él a un nacionalista comprometido con los intereses de su patria pero con una mirada globalista (y sobre todo china) de la historia y la geopolítica mundial. Es tal vez por eso que en 1943, poco después de comenzar a servir en el Ejército, se transformó en uno de los fundadores de la Oficina de Información de Guerra de los Estados Unidos, un organismo que operaba como una gran redacción que bajaba línea oficial y desarrollaba campañas de propaganda en el extranjero.
Fue por esas épocas que al joven Paul lo terminaron mandando de nuevo a su querida China para dirigir operaciones de inteligencia militar, donde de paso forjó una gran amistad con Chiang Kai-shek, por entonces máximo líder político del partido nacionalista chino. Un par de años más tarde Paul volvió a casa y no llegó a ver a su amigo derrotado por fuerzas de un tal Mao Zedong, que obligaron a Kai-shek a exiliarse en Taiwán hasta el fin de sus días.
Una vez en sus tierras el bueno de Paul se incorporó a la Universidad John Hopkins, localizada en Washington DC, como profesor de estudios asiáticos. Desde allí fue que escribió un texto que se transformaría en un clásico de la literatura militar, inspirado en sus experiencias en China y Europa: Guerra psicológica (1948).
Este libro era literalmente un manual donde, paso por paso, Paul nos explicaba el origen, la función y los procedimientos infaltables para llevar adelante una exitosa campaña de guerra psicológica, desde las estrategias de Genghis Khan hasta recursos propagandísticos modernos como el cine y la radio. Su especialidad en estas cuestiones llegaba a tal punto que impulsó la conformación de la primera unidad de guerra psicológica dentro del ejército estadounidense.
Y eso no es todo: parece que eso de ser profesor universitario no era más que una fachada. Según testimonios de ex miembros de la CIA, durante este período Paul recibía en su casa a agentes de los servicios de inteligencia para formarlos en el noble arte de la guerra psicológica. Otro ex agente a su vez declaró que Paul “era el principal facultativo en estrategias de propaganda ‘negras’ y ‘grises’ dentro del mundo occidental”.
A lo largo de su vida, Paul fue consejero y consultor en algunos de los principales conflictos bélicos de la segunda mitad del Siglo XX. Fue convocado como asesor por los británicos durante su conflicto colonial con Malasia y por su país natal durante la Guerra de Corea. Y vamos a decir todo: a pesar de haberse declarado públicamente en contra de la Guerra de Vietnam, hay registros que indican que continuó colaborando en secreto con la CIA.
Durante todos estos años ninguna de las figuras de influencia que lo rodeaba supo jamás que estaba tratando un autor de ciencia ficción que, en clara contraposición ideológica a su vida laboral, se la pasaba escribiendo pestes sobre los efectos nocivos del imperialismo y sobre cómo, en el futuro, la verdadera liberación vendría en manos de los estratos más marginados de la sociedad globalizada.
¿Nos encontraremos ya habitando uno de estos futuros distópicos sobre los que la literatura de ciencia ficción nos estuvo advirtiendo durante años? Es más que probable. ¿Qué se puede hacer en este contexto? Apoyar a los medios independientes que día a día acompañan este confuso devenir que estamos atravesando como especie. Por eso, para que pase lo que pase nuestros contenidos puedan seguir reptando a través de la Web 4.0 y el meta-metaverso necesitamos de tus aportes. Entrá a somosmate.ar y dejá unos morlacos para que cuando llegue la Revolución de las Máquinas por lo menos nos encuentre unidos 🪐
Vidas paralelas
Fue en ese convulso año ‘73 que apareció por primera vez en nuestro país un libro de Corwainer Smith, como parte de esa ya mítica colección de la editorial Minotauro. Una compilación de algunos de sus mejores cuentos que llevaba el título de El juego de la rata y el dragón y que, como era de esperarse, incluía relatos situados en distintos puntos específicos de una cronología vasta e inabarcable.
El período más antiguo dentro de estos ciclos históricos del futuro se sitúa durante una hipotética extensión de la Guerra Fría, donde rusos y yanquis continúan buscando formas de sacarse ventaja sin llegar a la confrontación directa. A este contexto particular pertenece el cuento “¡No, no, Rogov, no!”, relato que tiene como protagonista a un equipo de científicos ruso que se encuentra construyendo una máquina que permitiría manipular mentes a distancia, pero cuyas consecuencias terminan más cerca del terror cósmico que de alguna aplicación militar. ¿Estará esta historia inspirada en alguna vivencia bélica del bueno de Paul? Vaya uno a saber qué sabía este tipo.
Ya en este cuento el autor abordaba uno de los temas centrales de toda su obra: las personas que deciden poner su cuerpo y su mente al servicio del desarrollo tecnológico de la humanidad; una visión romántica de los avances de la técnica al punto que la barrera entre lo humano y lo tecnológico se desdibuja, dando lugar al ya charlado transhumanismo.
En esta misma línea se inscribe el que probablemente sea mi cuento favorito de toda su producción, titulado “Los observadores no viven en vano”. Aparentemente situado durante la Primera Era Espacial dentro de la cronología cordwaineriana, el relato sigue a Martel, un “observador”, un tipo que tuvo que mutilar su cuerpo para poder adaptarlo al viaje espacial y en consecuencia perdió todo tipo de capacidad sensitiva; un ser humano privado de sentir y percibir en pos del progreso colectivo.
El cuento arranca con una escena conyugal desgarradora, donde Martel reflexiona sobre lo distintas que podrían ser las cosas entre él y su esposa si no hubiera decidido transformarse en “observador”; en ese híbrido heroico entre humano y máquina. La cosa es que Martel es convocado de urgencia a una reunión sindical porque parece que un científico descubrió una nueva tecnología que podría volver obsoleto el sacrificio de los “observadores”, lo que provoca que todo el gremio entre en crisis. Entre el thriller político y la pesadilla cronenbergiana, realmente desperdicio no hay.
De esta forma, poco a poco, los cuentos de Corwainer Smith van dando cuenta de cómo el ser humano logró dominar los viajes especiales y cómo las posibilidades tecnológicas de dichos viajes fueron afectando las vidas cotidianas de quienes se pusieron a disposición. Por eso el final de “Los observadores no viven en vano” da cuenta del fin de la Primera Era Espacial para darle inicio a la Segunda.
En esta etapa podríamos ubicar el cuento “La dama que llevó el Alma”, donde los viajes espaciales se valen de veleros lumínicos cuyas grandes velas, imitando a las de las carabelas arcaicas, captan la luz del sol y los astros para poder impulsarse hacia adelante. Este relato también aborda una relación romántica atravesada y condenada por los avances de la ciencia; los protagonistas son Helen America y el Sr. Ya-no-cano, dos navegantes del espacio enamorados pero cuyo deber profesional hace que sólo puedan encontrarse una vez en sus vidas, separados por mares de tiempo y espacio.
Un poco más adelante en la cronología, como parte de la Tercera Era Espacial, se encuentra el cuento que da título al libro: “El juego de la rata y el dragón”. Acá la tecnología volvió a pegar un vuelco y los vuelos espaciales viraron hacia la planoforma, un sistema que permite retorcer las dimensiones para realizar un viaje en dos dimensiones y luego reaparecer en la tercera dimensión al llegar a destino. El problema es que en la segunda dimensión habitan unas masas de energía maligna que a ojos humanos se perciben como si fueran dragones y que tienen la costumbre de atacar a las naves y provocar la muerte de todos sus tripulantes al encontrarse en un estado vulnerable durante la travesía.
¿Cómo resuelve la humanidad este trajín? Con un nuevo gesto transhumanista; una unión humano-máquina-animal. Parece ser que, luego de unos estudios, un científico descubre que a estas entidades energéticas que los humanos perciben como dragones, los felinos las perciben como ratas. Entonces, para defender a las naves se empiezan a armar duplas de humanos y gatos que, conectados telepáticamente, luchan en conjunto contra estos seres para mantener a salvo a los viajeros espaciales. Sí, realmente este cuento es de una belleza absoluta, más aún considerando que lo escribió un asesor de la CIA.
Ah, por cierto, lo que me recuerda: a la misma era espacial pertenece el cuento “La nave era dorada… ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!”, cuyo argumento narra brevemente un percance político donde, para derrocar a un dictador interplanetario, los Señores de los Instrumentos (una suerte de gobierno mundial recurrente) deciden enviar al foco conflictivo una nave dorada y gigante que sólo es utilizada en situaciones de emergencia. Lo que nadie espera es que la nave en realidad es un gran espantapájaros, un señuelo de distracción para que todos pongan los ojos en el cielo mientras en tierra tiene lugar un exterminio bacteriológico. ¿Estará esto inspirado en los estudios del autor sobre la guerra psicológica? Yo quiero creer.
Y bueno, para cerrar vamos con otro de mis cuentos favoritos, “Alpha Ralpha Boulevard”, que en este caso tiene lugar en la Era del Redescubrimiento de la Humanidad; una era signada por el desempolvamiento de saberes antiguos que habían quedado obsoletos (como el idioma francés), por una humanidad que ya no enferma gracias a la labor médica de los Señores de los Instrumentos y donde los humanos se codean con el subpueblo, conformado por homúnculos y animales antropomórficos de toda estirpe.
Acá seguimos a una pareja que acaba de salir de un hospital donde les fue realizado un procedimiento para adquirir la cultura francesa, de la que de repente conocen fragmentos pero no tienen el contexto para comprenderlos. Este hecho de alguna manera despierta un impulso de aventura que yacía latente en ellos y, ante la increpación de un tercero, deciden emprender un viaje hacia un oráculo perdido que se encuentra en lo alto de un boulevard que se pierde entre las nubes; una antigua máquina del clima cuyas profecías parecen nunca estar erradas. Un viaje místico hacia las supersticiones del subpueblo.
Antes de despedirme sólo me queda decir que si alguien quiere profundizar en la materia recomiendo por demás el libro El señor de la tarde: Conjeturas en torno de Cordwainer Smith (1984) del gran Pablo Capanna, de donde tomé muchos de los datos aquí expuestos. Según Capanna, el querido Paul estaba planeando desarrollar narrativas dentro de una última etapa que sobre la que nunca llegó a escribir: la Era de los Señores de la Tarde; tiempos de bienestar social y cultural hacia el final del devenir humano. Desde este espacio, esperamos que Paul haya tenido razón.
Agenda
14/10 - 20hs: Mala Suerte + Stronzos + Mestizos (Música)
@ Teatro René Favaloro (Calle 67, entre 116 y 117, La Plata). Entrada: $1000.15/10 - 17hs: El centroforward murió al amanecer (1961) de René Mugica
@ CCK (Sarmiento 151, CABA). Entrada: Gratuita.15/10 - 21hs: Golondrinas de papel (Teatro)
@ Teatro María Castaña (Tucumán 260, Córdoba). Entrada: $1000.15/10 - 23hs: República Festival presenta: Rayos Láser (Música)
@ República Distrito Contracultural (Rivadavia 338, La Rioja). Entrada: $2000.18 al 29/10: Ensayos al reparo de la interferencia (Exposición de artes plásticas)
@ Centro Cultural Adán Buenosayres (Av. Asamblea 1200, CABA). Entrada: Gratuita.19/10 al 26/11: Siete x Siete (Exposición de artes plásticas)
@ Museo de Morón (Casullo 59, Morón Centro, PBA). Entrada: Gratuita.
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Santiago 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó eventos culturales y programó y presentó ciclos de cine. Supo tocar la batería y componer junto a las bandas Efecto Amalia y Gente conversando. Actualmente forma parte de la banda de Ire Paz. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro.
No podía deja de leer, incluso caminando, incluso bajo lluvia, incluso con bolsa en la mano. Gracias
Era un autor muy interesante, en "Nostrilia" hay un personaje que cambia de sexo por razones de supervivencia y luego decide quedarse con el cambio porque descubre que es más feliz así. Sería probablemente la primera persona trans en aparecer tan bien representada en una historia de ciencia ficción.