El robo del siglo: las manos del General
La contramasonería de Licio Gelli, magia negra hermética y las internas de uno de los grandes misterios de la historia nacional
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Sí, como leíste: ya se encuentra disponible Picnic sideral en formato podcast, ideal para que se lo recomiendes a esa persona que le cuesta encontrar un rato para leer, pero que siempre anda con algo sonando de fondo.
Esta es una apuesta por seguir creciendo y abordando nuevos formatos; un trabajo en conjunto con la querida Ivana Szerman, que me aconsejó y coacheó y lo seguirá haciendo, y con el colega Ferfa Yañez, hermano de aventuras sonoras que se encargó de la música original y de la edición. Por supuesto, la hermosa propuesta gráfica es obra de Rocío Puente de Diego.
Desde ya, cualquier comentario y cualquier compartida/difusión será más que bienvenida. De ahora en más, Picnic sideral sale por partida doble y el agradecimiento con quienes leen y escuchan es total. Sin más, los dejo con la historia de hoy:
Ritos iniciáticos y ajustes de cuentas
La mañana del 18 de junio de 1982 la ciudad de Londres amaneció coronada por una ominosa silueta. Un cuerpo sin vida se mecía como un péndulo sobre el Támesis, a apenas unas cuadras del distrito financiero de la ciudad. Vestida de forma elegante, la víctima cargaba grandes ladrillos y unos 15.000 dólares en efectivo. Su nombre era Roberto Calvi, un hombre conocido como “el banquero de Dios” por sus estrechos vínculos con las finanzas de la Santa Sede. Parecía estar escapando de algo que finalmente lo alcanzó.
Pocos días antes, Calvi había desaparecido de su departamento en Roma y había salido del país haciendo uso de un pasaporte falso. Se había afeitado su característico bigote frondoso y se había trasladado a Venecia en primera instancia, donde contrató un vuelo privado para viajar hasta Londres. Un plan de escape desesperado que llevó a la justicia del Reino Unido a dictaminar que se había tratado de un suicidio. Calvi venía de llevar al prestigioso Banco Ambrosiano de Milán a la quiebra, por lo que se consideró que razones no le faltaban.
Con una fuerte intuición de que ese no había sido el caso, su familia decidió contratar los servicios del abogado George Carman. Esta nueva investigación culminó con un veredicto abierto por parte del jurado, lo que indicaba que la causa de muerte no a había podido determinarse. Aunque no había pruebas fehacientes, todo apuntaba hacia una oscura red de financiamiento que involucraba tanto al Instituto de Obras de la Religión (IOR) —el banco del Vaticano— como a cierta organización mafiosa asociada a una temible logia.
Detrás de estas sospechas estaba un tal Licio Gelli, un hombre que por ese entonces se encontraba al frente de la influyente logia masónica Propaganda Due (P2). De origen humilde, Gelli había comenzado su carrera política como voluntario de los Camisas Negras que Benito Mussolini envió a España para apoyar la insurrección de Francisco Franco. Luego de pelear lado a lado con los falangistas, Gelli fue enviado a Alemania para oficiar de interlocutor con los oficiales del Tercer Reich. Tranquila la cosa.
Se dice por ahí que, una vez terminada la Guerra, la CIA lo reclutó para intentar entender cómo operaba la influencia comunista en los países del ex-Eje. De hecho, Gelli fue acusado de haber sido uno de los principales actores de la Operación Gladio, nombre clave para una serie de misiones clandestinas organizadas por la OTAN. Su objetivo era desestabilizar a los flamantes gobiernos comunistas de la región a través de estrategias de contrainteligencia, sabotajes y chantajes, o lo que en su momento se llamó estrategia de la tensión.
A todo esto, durante la posguerra Gelli había comenzado a asistir a las reuniones de la logia romana Gian Domenico Romagnosi, donde comenzó su largo camino como aprendiz masón. Aunque contaba con conocimientos culturales limitados, destacó entre el resto de sus hermanos masones por su elocuencia y su capacidad organizativa, y así consiguió que su Gran Maestre lo incorporara a la Gran Logia de Oriente.
Ya para el año ‘66, Gelli optó por distanciarse un poco de las bases espirituales y filosóficas de la masonería tradicional y comenzó a reclutar miembros para formar su propia vertiente, con un claro objetivo de construcción de poder real. Así nació Propaganda Due, una logia que respetaba los símbolos del rito escocés originario de la masonería, pero que sólo aceptaba miembros que se declarasen abiertamente anticomunistas.
Esta nueva organización comenzó a operar a espaldas de la Gran Logia de Oriente y a compilar información sobre los hombres más poderosos e influyentes de Italia. A quienes juraban fidelidad, la logia respondía con favores, ascensos y otros privilegios. Quienes, por el contrario, osaban desafiar sus mandatos, sufrieron graves consecuencias.
Entre esas piedras en el zapato estaba el periodista Carmine Pecorelli, que se encontraba investigando el secuestro y asesinato del primer ministro Aldo Moro y su estrecha relación con la Operación Gladio y la famosa estrategia de la tensión. Pecorelli fue asesinado de cuatro disparos, dentro de su auto en las calles de Roma, y poco tiempo después su nombre aparecería en una lista de presuntos miembros de Propaganda Due.
Por supuesto, un caso similar fue el del mencionado Roberto Calvi, que parece que se había llevado (o había perdido) una buena cantidad de dinero al momento del colapso del Banco Ambrosiano, por lo que se había dado a la fuga. Como para que no quedaran dudas, fue colgado de un puente llamado Blackfriars Bridge, lo que podría traducirse como “frailes negros”, apodo adjudicado a los miembros de Propaganda Due. En sus bolsillos, dinero como símbolo de corrupción y ladrillos como referencia masónica a la herencia de los grandes constructores.
Por cierto, unos años antes Licio Gelli había conocido en Madrid a un enigmático líder sudamericano exiliado y habían hecho buenas migas, en una relación que auguraba mutua prosperidad. Se trataba de un tal Juan Domingo Perón.
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A merced del gran Hermes
Giancarlo Valori era un hombre al que se le daban bien las relaciones públicas. Esta vocación lo había llevado a asumir como director de la emisora pública RAI a temprana edad y a trabajar como lobbysta para la Fiat. Había estudiado economía en los Estados Unidos y era especialista en geopolítica china y mediterránea. Lo que se dice un hombre de mundo.
Sus viajes alrededor del globo eventualmente lo llevaron a dictar una serie de conferencias en la Argentina durante los años ‘60, donde terminó por forjar una estrecha relación con el ex-presidente Arturo Frondizi. Este vínculo se fortaleció a tal punto que cada vez que el dirigente radical viajaba a Europa, Valori le organizaba su propia gira personal de encuentros con empresarios, intelectuales y otras figuras de influencia.
A través de la rosca empresarial, Valori también había establecido fuertes lazos con otro histórico ex-presidente argentino. Resulta que Leo Valori, hermano de Giancarlo, había oficiado como representante de una empresa estatal de hidrocarburos en la Argentina, donde había conocido a Juan Domingo Perón durante su segunda presidencia.
Valori decidió hacer uso de sus contactos y logró llamar a una reunión en Puerta de Hierro entre Perón y Frondizi, años después del famoso y malogrado pacto electoral. El italiano tenía un claro plan en la cabeza: unir la masividad popular de Perón con el prestigio impoluto del dirigente radical para restaurar la paz democrática en la Argentina. De esta forma, buscaba abrir un nuevo mercado estable para todos sus amigos empresarios con ánimos de invertir en economías emergentes. Mientras tanto se encargaba de una misión paralela: intentar explicarle a sus contactos en servicios de inteligencia europeos y norteamericanos que Perón no era facista.
Y todo marchaba relativamente bien hasta que un viejo conocido apareció en escena. Por supuesto, como todo italiano poderoso e influyente, Giancarlo Valori era un orgulloso miembro de Propaganda Due. Fue sólo cuestión de tiempo para que Licio Gelli conociera personalmente al exiliado General Perón y a su esposa Isabel. Gelli vio en Perón una clara oportunidad: volver a la vanguardia de la lucha contra la expansión del comunismo, esta vez en el frente sudamericano. Con esta misión en mente, se encargó de convencer de lo mismo tanto al Vaticano como al secretario de estado estadounidense Henry Kissinger. Gelli masterclass.
Fue entonces que este eje del operativo retorno se puso en marcha, en un plan conjunto que reflejaba intereses en apariencia disímiles como los de la Santa Sede, el gobierno de los Estados Unidos, la masonería italiana y el Partido Justicialista. Antes de volver a su patria, el propio Licio Gelli se encargó de iniciar al General Perón en la masonería para que pasara a ser un miembro oficial de Propaganda Due.
Una vez que Perón efectivamente volvió al poder, uno de sus primeros actos fue condecorar a Gelli con la Orden del Libertador San Martín. Además, otras siete designaciones en cargos públicos fueron una sugerencia del líder de la P2 y César de la Vega, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina, fue nombrado como secretario del Menor y la Familia. Los lazos del gobierno peronista con la masonería nacional e internacional eran más profundos que nunca.
Como sabemos, la cosa no duró mucho. El 1 de julio de 1974 Juan Domingo Perón pasó a mejor vida. Según algunas versiones, al momento de morir le habían quedado algunas cuentas y favores sin saldar con sus nuevos socios. Se dice que por esta razón, exactamente trece años después, su tumba fue profanada. Se llevaron su sable, su característica gorra y un poema que había escrito Isabel en su honor, pero lo que todos recordamos es el robo de sus manos.
Días después, dos reconocidos dirigentes del PJ recibieron una carta similar en la que los presuntos saqueadores pedían ocho millones de dólares para devolver lo robado. Como prueba de veracidad, cada carta estaba acompañada por una mitad del poema de Isabel. Ambas llevaban al pie una misteriosa firma: “Hermes IAI y los 13”.
Desde aquel día, cientos de teorías proliferaron alrededor del hecho: un intento de desestabilización política a un incipiente gobierno democrático, una presunta cuenta millonaria en un banco suizo a la que sólo la geometría de las manos brindaría acceso, la profanación como forma de evidenciar la falta de poder real y la vulnerabilidad del Partido Justicialista o, por supuesto, la teoría esotérica del rito masónico. Por esta última se inclina, incluso, la propia viuda María Estela Martínez de Perón.
Lo cierto es que el robo estuvo sucedido por una serie de muertes que enturbiaron aún más el hecho. El primer juez de la causa, Jaime Far Suau, falleció junto a su esposa en un dudoso accidente automovilístico; un vuelco en un tramo recto sin ningún factor externo que justificara lo sucedido. Juan Ángel Pirker, jefe de la Policía Federal que había profundizado en la investigación del caso, apareció muerto en su despacho por un presunto ataque de asma. Además, dos testigos fallecieron víctima de una golpiza despiadada: Paulino Lavagna, cuidador del Cementerio de La Chacarita, y María del Carmen Melo, una mujer que solía frecuentar la tumba del General.
Dicho todo esto, cabe recordar que—como hemos hablado en más de una ocasión— las bases filosóficas y espirituales de la masonería se remontan a los principios de la magia y la alquimia egipcia condensados en la figura mítica de Hermes Trismegisto, “el tres veces grande”. También cabe recordar que, para la tradición egipcia, la momificación de los muertos es una instancia fundamental ya que, para asegurar su tránsito hacia el otro lado, el cuerpo debe encontrarse completo y en buen estado de preservación. Y otro detalle: la masonería le da una gran importancia a la numerología, donde el número 13 representa la disrupción y la ruptura con el orden establecido, pero también la desgracia si nos remontamos a sus orígenes templarios.
Entonces, el robo de las manos exactamente trece años después de su muerte puede interpretarse como una forma de venganza para evitar que el alma del General alcanzara la plenitud en el mundo de los muertos. Por esa misma razón, le fueron usurpados esos objetos esenciales que debían acompañarlo en la otra vida, como a los faraones de antaño. La carta firmada por Hermes y el hecho de que los profanadores nunca intentaron hacerse con el dinero reclamado parece dejar en claro desde dónde se perpetró el hecho, aunque los motivos sigan siendo un misterio.
Hay quienes dicen que en los pies está el pasado, por eso el Papa lava las plantas de los reclusos cada jueves santo, y que en las manos está el futuro, por eso la quiromancia consiste en la lectura de las palmas.
El robo de las manos puede entenderse como un atentado contra el futuro del peronismo y contra su potencial trascendencia histórica.
El tiempo (o más bien la Historia) dirá si este hecho ritual surtió efecto.
Este informe fue construido en base a datos tomados de diversas fuentes, principalmente de textos del historiador y periodista Marcelo Larraquy, la mayoría provenientes de su libro López Rega: El peronismo y la Triple A (2004), en contraste con versiones poco verosímiles y forzadas (pero narrativamente fascinantes) como la del abogado Carlos Manfroni. Algunos de los datos relativos a las cuestiones rituales y simbólicas fueron tomados de un discurso brindado por un Gran Maestre masón, en una reciente visita de vuestro humilde servidor al Gran Templo de la Masonería Argentina. En un caso como este, todo es probable o al menos posible.
No cualquier 24 de marzo
En vísperas de un nuevo Día de la Memoria y en un contexto donde el sentido de la Historia está nuevamente en disputa, me gustaría volver a recomendar los dos especiales que hemos dedicado desde Picnic sideral a la importancia de esta fecha.
"Narraciones de lo imposible” es un largo repaso por libros, películas y diarios personales que recuperan el testimonio de quiénes transitaron la última dictadura durante su infancia y con padres comprometidos con la lucha contra el régimen militar, y “Con una cámara al hombro” es una breve historia de la extensa tradición nacional del cine militante y una reivincidicación de experiencias trascendentales como las películas del Grupo Cine Liberación o el Grupo Cine de la Base.
Como cada año, nos vemos en la plaza.
¡Eso es todo, amigxs!
Gracias por compartir este viaje por el extraño y variado cosmos de nuestra cultura.
Por las dudas, vamos con un poco de data que nunca está de más aclarar:
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Santi 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Edita libros y produce eventos como parte de Criolla Editorial. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó varietés culturales y programó y presentó ciclos de cine. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro de ficción. El año pasado publicó Picnic sideral: Algo en qué creer, una selección mejorada de los mejores newsletters del 2022, en una co-producción entre Mate y Criolla.
así como también cortaron y guardaron las manos de Ernesto Guevara de la Serna.. o el cráneo del último Mohicano