“Nada es verdad, todo está permitido”. Este es el principio fundamental del caoísmo o magia del caos, una tradición mágica inorgánica surgida en Inglaterra durante la década de 1970. En ese entonces, el panorama ocultista estaba dominado por los ecos de un reciente auge de la wicca y el neopaganismo, el legado misterioso de Thelema y los restos del hermetismo de la Golden Dawn; doctrinas esotéricas tradicionalistas y respetuosas de los protocolos ceremoniales, donde cualquier error litúrgico o palabra mal pronunciada podía atentar contra la efectividad del hechizo, conjuro o invocación.
En evidente contraposición, los cultores del caos llegaron para plantear que nada de eso realmente importaba: lo que importaba eran los resultados. Las distintas tradiciones mágicas estaban ahí para ser tergiversadas y corrompidas a gusto, en pos de un camino personal construido a la medida de las intuiciones e intereses de cada individuo. No se preocupaban por las túnicas, las iniciaciones o los grados y aseguraban que cualquiera podía hacer magia, ya que la posibilidad de acceder a las trazas mágicas estaba al alcance de todos.
Según su concepción cosmogónica, el caos es una fuerza primordial que subyace a la realidad; una fuente creativa inagotable a la que se puede acceder a través de la magia. Emergidas desde el mismo caos, las formas de orden humanas son meras estructuras temporales que los magos experimentados pueden, en teoría, manipular a voluntad.
Sobre todo seguros de sí mismos y de la potencia de sus voluntades, los magos del caos proponían tomar elementos de distintas fuentes religiosas y filosóficas en pos de construir un sistema único y personal que le diera resultados a cada practicante. Lo que funcionaba un día podía no funcionar otro. Toda creencia era adaptable y transmutable. De forma completamente antidogmática, aseguraban que las creencias no eran el fin, sino el medio para alcanzar los resultados deseados, y si el resultado era plausible de ser codificado, dejaba de ser magia del caos.
Un día podían practicar la misa católica, al otro recitar los Ghatas de Zaratustra; arrancar la mañana con un rito wicca y realizar una sesión invocatoria inspirada en el espiritismo kardecista antes de irse a dormir. “Nada es verdad, todo está permitido”, repetían como mantra.
Si bien la magia del caos encontró su forma (y su nomenclatura) gracias al fortuito encuentro entre Peter Carroll y Ray Sherwin, dos jóvenes que gustaban transitar los círculos ocultistas londinenses, el origen de sus ejes rectores fundamentales puede rastrearse en una variedad de influencias previas, pero sobre todo en la figura de un excéntrico artista experimental.
Austin Osman Spare nació en la fría madrugada londinense, un 30 de diciembre de 1886. Sus primeros años transcurrieron en barrios signados por la actividad industrial o mercantil donde, mientras otros niños jugaban en los patios y las calles, él garabateaba imágenes de criaturas extrañas e imaginaciones de paisajes subterráneos que se escondían debajo del concreto. Esta tendencia gráfica era tan evidente que sus padres decidieron inscribirlo en la Lambeth School of Art, donde se comenzó a hablar sobre un joven prodigio que no tenía mucho que envidiar a sus maestros.
Su talento fue rápidamente reconocido. Antes de cumplir los 18 años algunas de sus obras habían sido exhibidas en prestigiosas exposiciones, tanto en Inglaterra como en Francia, y sus dibujos habían generado tal impacto que había sido recomendado para una beca en el Royal College of Art. Una vez inmerso en el mundo académico marcó su disidencia: mientras sus profesores enaltecían y transmitían las bondades del uso del sombreado, él insistía en trazos puros y claros para delinear figuras tan monstruosas como eróticas; un primer esbozo de su ímpetu contracultural.
Durante esta etapa, aún en convivencia con sus padres, comenzó a vestir atuendos extravagantes y a rodearse de personalidades igual de llamativas. En particular, forjó una fuerte amistad con Sylvia Pankhurst, militante feminista y de izquierda que se transformaría en una de las principales referentes del movimiento sufragista. Fue también durante estos años formativos que dentro del joven despertó un profundo interés por las ciencias ocultas y su relación con el arte pictórico simbolista que tanto le apasionaba; un estilo onírico y fantástico al servicio de plasmar lo irracional y acercarse a lo místico.
En 1905, Austin Osman Spare publicó su primer libro, titulado Earth Inferno; una suerte de grimorio disfrazado de libro de arte, también ilustrado por el propio Spare, donde una reimaginaba una de las premisas esenciales de Madame Blavatsky: la Tierra ya era el mismísimo Infierno. Los textos que acompañaban aquellas imágenes pesadillescas eran una licuadora de conceptos que incluía poesías persas, pasajes de la Biblia y preceptos teosóficos, y donde comenzaban a aparecer Zos y Kia, referencias a un sistema mágico propio aún por cristalizarse.
Su carrera como artista comenzó a crecer a pasos agigantados entre comisiones para ilustrar libros, exhibiciones en establecimientos reconocidos, tiras cómicas satíricas para medios gráficos y comentarios de la prensa especializada que tildaban a su obra de “tan estupenda como aterradora” y a su flujo creativo como una capacidad inagotable de dar vida a “horrores imposibles”. Gracias a estos horrores llamó la atención de un tal Aleister Crowley, tal vez el más afamado (y más pop) de los ocultistas del siglo XX, que por entonces venía de fundar Thelema hace apenas un par de años. Inmediatamente fascinado con la obra de Spare —algunos dicen que la obsesión era con el propio Spare—, Crowley se transformó al instante en mecenas y defensor de su arte. Incluso llegó a asegurar que se trataba de un mensaje proveniente de lo Divino.
Así fue como Spare no sólo consiguió trabajo, ya que comenzó a publicar ilustraciones en la revista thelemita The Equinox, sino que fue iniciado en la orden (también thelemita) conocida como A∴A∴ o Argenteum Astrum, donde fue rebautizado como Yihovaeum. Spare permaneció durante cinco años dentro de la orden, pero nunca se sintió del todo a gusto ni formó parte orgánicamente. De hecho, fue gracias a esta experiencia que desarrolló un enfoque crítico hacia la práctica ceremonial de la magia, ya que Crowley era un celoso guardián de las formas y las jerarquías dentro de su orden.
A partir de esta ruptura, Austin Osman Spare se dedicó a poner el foco en desarrollar sus propias ideas y concepciones con respecto a la magia, algunas de las cuales ya había esbozado en aquel primer grimorio, años atrás. Luego de años de trabajo, en 1913 logró publicar El libro de los placeres, un tratado donde consiguió articular las bases de su propia doctrina mágico-filosófica. Pensado originalmente como un Mutus Liber (1677) —para muchos la “biblia alquímica”— exclusivamente ilustrado, Spare optó por incorporar una buena cantidad de texto para poder explayarse alrededor de varias aristas.
Por un lado, profundizó en la importancia del amor propio ya que, según creía, la adoración y la potencia de la propia voluntad podían mutar en fuente de poder mágico. Por otro, desarrolló su teoría de la sigilización: la capacidad de formular símbolos gráficos (sigilos) que encapsulen deseos, cargándolos de voluntad para que actúen de forma subconsciente. ¿La forma de cargarlos con la energía más propia del ser? Algunos optan por la meditación intensa, otros por la masturbación; el punto es llegar a ese clímax propio del “vacío mental” ligado a la trascendencia espiritual. En este contexto, también resaltó la importancia de la gnosis (lejos de la acepción gnóstica, valga la redundancia): la capacidad de alterar el estado mental a voluntad para autoimponerse una realidad alterada.
Este compendio de ideas y nociones forjaría las bases de lo que más adelante sería conocido como el Zos Kia Cultus, la doctrina mágica inorgánica de Austin Osman Spare, inspirada en el concepto dual que le da nombre: Zos como aquello que une el cuerpo y la mente, Kia como la conciencia universal o fuerza primordial. Siempre crítico del monoteísmo anglicano en el que había sido criado, Spare logró darle forma a su propio camino hacia la trascendencia; una síntesis de la relación dialéctica y recíproca entre el individuo y el universo.
Años y realidades más tarde, en el centro de una ebullición contracultural signada por la emergencia del punk rock y la música industrial, dos jóvenes aficionados a lo oculto decidieron retomar el legado de Spare para crear un antídoto práctico ante tanta ceremoniosidad. En la obra del artista encontraron un norte a raíz de dos aspectos centrales: el desprecio hacia las formas de la magia tradicional y el énfasis en la gnosis como posibilidad de transformación de la realidad; el espíritu DIY (“hazlo tu mismo”) trasladado a las ciencias ocultas.
Enarbolando una cosmovisión posmoderna, Carroll y Sherwin fundaron los Iluminados de Thanateros, cuyo nombre era una clara referencia a la dos pulsiones elementales de la existencia: eros y thanatos, el sexo y la muerte, el deseo y el abismo. Fundaron también la revista The New Equinox, en homenaje revisionista a la mencionada publicación thelemita, donde se dedicaron a divulgar su enfoque de una magia sin dogmas y escribieron dos libros que se transformarían en las biblias de los magos del caos por venir: Liber Null (1987) y El libro de los resultados (1983).
Esta doctrina flexible abogaba por un politeísmo psicológico; por valerse de un mash-up descontextualizado de prácticas mágicas donde lo único importante era el resultado. Las creencias eran sólo una herramienta intercambiable según la necesidad del mago. Además de los fundamentos de Spare y el legado histórico de Crowley y la Golden Dawn, la magia del caos incluyó influencias que iban desde el neochamanismo y la brujería hasta los mitos de Cthulhu de H. P. Lovecraft y el discordianismo, aquella religión satírica que rendía culto a Eris, la diosa del caos y la discordia.
Como suele suceder con cualquier fenómeno cultural al alcanzar cierto grado de popularidad, hacia finales de los años ‘80 los Iluminados de Thanateros terminaron por traicionar sus propios principios al incorporar grados de iniciación a su estructura jerárquica, emparentándolos directamente con cualquier sociedad iniciática convencional. Ya para la década de 1990 padecieron su propio cisma interno en lo que se recuerda como “las guerras del hielo”. ¿La causa? Una disputa doctrinaria alrededor de la magia del hielo, concepto desarrollado por Ralph Tegtmeier (conocido como Frater U∴D∴) que proponía valerse de estados mentales fríos (desapegados) en contraste a los estados cálidos (atravesados por la emocionalidad); según esta línea, los excesos emocionales podían afectar negativamente los tan vanagloriados resultados. Para los históricos este planteo resultaba casi insultante. ¿Cómo era posible cargar un sigilo sino por medio de la emoción más pura? Ah, pequeño detalle, junto a su teoría mágica el muchacho Frater incluía una controversial doctrina racial.
Cuestión: las facciones de Alemania y Suiza abandonaron casi en su totalidad la orden y Sherwin los siguió, desencantado con el rumbo que había tomado la interna mágica. Carroll se quedó apenas unos años más y se fue en buenos términos, no sin antes publicar su último aporte pedagógico a la causa: un libro titulado Liber Kaos (1992).
Sin la misma estridencia, los Iluminados de Thanateros continúan existiendo, al igual que organizaciones similares cultoras del caoísmo. De cualquier forma, el legado de la magia del caos es sobre todo anárquico y no requiere de orden alguna para practicarse. Algunas de las figuras más reconocibles dentro del caoísmo contemporáneo son sin duda Alan Moore y Grant Morrison, referentes contraculturales del mundo de la historieta.
Del otro lado del charco, la magia del caos tuvo un inesperado resurgimiento en los albores del siglo XXI. Mientras los usuarios recorrían galerías repletas de los primeros memes de internet, en un rincón oscuro apareció un libro con una inquietante teoría. En Magia memética: manipulación de la matriz social y del tejido de la realidad (2004), un tal Kirk Pacwood retomó los principios del caoísmo y los combinó con la definición de “meme” de Richard Dawkins —unidad mínima de información cultural— para proponer algo que hoy no resulta tan descabellado: los memes pueden convertirse en un arma.
Según el ensayo de Pacwood, las técnicas desarrolladas por Spare pueden aplicarse a la creación de memes con el fin de alterar la estructura sociocultural de la realidad; una nueva forma de entender la magia permeada por la tecnología y las redes sociales. A través del concepto de Root Social Matrix (RSM), describe el entramado simbólico y material que condiciona el pensamiento colectivo y ofrece herramientas para hackearlo desde el arte, el aislamiento y la intención.
Unos diez años más tarde, las teorías de Pacwood cobraron relevancia a partir de una tendencia que copó los tableros de foros como Reddit y 4chan. Durante la campaña presidencial de Donald Trump en 2016, un gran número de usuarios se tomó muy en serio la posibilidad de transformar sus memes en armas y comenzaron a creer que, desde sus ordenadores, podían torcer el los resultados electorales en pos de The Donald. Para lograrlo, decidieron asociar a Pepe the frog, el meme más popular de ese entonces, a la figura del dios egipcio Kek, deidad del caos y la oscuridad primordial.
Así, los memes se transformaban en un siglo 2.0, y en lugar de ser destruidos eran arrojados al mar de la web hasta lograr su efecto sin necesariamente mencionar en momento alguno al candidato presidencial de su preferencia. Este suceso es recordado como las “Kek Wars” y se volvió un hito en la historia web, tanto así que Elon Musk cambió su nombre de usuario hace pocos días a Kekius Maximus, en alusión también a su fijación romana. En este caso, el poder mágico de Kek fue puesto al servicio del alza de una meme coin ($KEKIUS).
Las Kek Wars, basadas en magia del caos digital y espontánea, también fueron libradas por medio de otras herramientas, sobre todo otro tipo de sigilos. Se utilizó la creación de símbolos propios (como el GET, "God Emperor Trump") y el aprovechamiento de coincidencias numéricas para alimentar la sensación de que estaban hackeando la realidad a través del ideosfera digital. Estrategias que, desde el “Larreta Moloch” de 2023 a esta parte, recuerdan al despliegue digital de los acólitos del santicaputismo, fieles aprendices y súbditos de cualquier cosa que baje desde el norte.
¿TMAP?
Esta particular edición se inscribe en dos sagas esporádicas que se fueron construyendo desde los orígenes de este newsletter, allá por el año 2022. Si no leyeron (o no recuerdan) estas ediciones anteriores, puede que sean de su interés.
Si te interesa la vertiente de la memética trumpista, es por acá:
- QAnon: conspiranoia y guerra psicológica (10/06/22)
- Para invocar a las fuerzas del cielo (23/08/23)
- Caldos de cultivo digitales y efectos reales (01/09/23)
Si te interesan los asuntos ligados a este imaginario de las ciencias ocultas, es por acá:
- Ocultismo pop para la juventud (20/05/22)
- Cienciología: un culto suelto en Hollywood (26/08/22)
- El arte como hechizo: visiones de la Mujer Escarlata (05/04/24)
Sin más, espero que hayan disfrutado de esta entrega tanto como yo.
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Santi 👽
Santiago Martínez Cartier nació en Buenos Aires en 1992. Se define como escritor de ciencia ficción. Lleva seis novelas publicadas desde el 2014 hasta la actualidad. Edita libros y produce eventos como parte de Criolla Editorial. Colaboró como redactor en diversos sitios especializados en cine y literatura, como Hacerse la crítica, House Cinema y El Teatro de las Voces Imaginarias, entre otros. Produjo el audiolibro El quinto peronismo en formato radioteatro, adaptación de su novela homónima. Organizó varietés culturales y programó y presentó ciclos de cine. Palermo Dead (2021), una sucesión de relatos de terror que transcurren en un edificio maldito construido sobre el Cementerio de la Chacarita, es su último libro de ficción. Recientemente publicó Picnic sideral: Algo en qué creer (2023) y acaba de publicar Picnic sideral: Las fuerzas del cielo (2024), ambas coproducciones entre Mate y Criolla.